martes, 31 de enero de 2012

Más tiempos interesantes: lo que cuestan las huelgas

La "pillada" es ya famosa: "la reforma laboral me va a costar una huelga general". Se le acusa, señor Rajoy, de ponerse la venda antes de la herida. Esto es cierto, pero no deja de ser un detalle sin importancia. Serán los sindicatos quienes convoquen, o no, la huelga: que yo sepa, no es esa la función del presidente del Gobierno. Lo interesante es que diga que le va a costar a usted. Está bien, señor Rajoy. Entonces, si los sindicatos la convocaran y yo la secundara, ¿cómo piensa abonarme lo que la empresa me descontaría de la nómina por la jornada (o jornadas) de huelga? ¿Me hará llegar el dinero por transferencia bancaria, o prefiere un giro postal? A mí no me importa en absoluto pasarme un día por la Moncloa, para que me lo pague al contado. También acepto cheque. ¿Y cómo le aviso para que sepa que voy a secundar la huelga y tiene que pagarme? ¿Se lo digo (a usted o a su pinchateclas de turno - conste que lo de pinchateclas lo digo sin ánimo de ofender: yo también lo soy) por Twitter? En fin, don Mariano: sigue sin concretar. Ni la reforma laboral, ni cómo resolver todas esas cuestiones. Habrá tiempo, pero no se duerma en los laureles. Mire que si no responde a todas esas preguntas, la huelga puede llegar a costarme a mí y no a usted. Y eso no es lo que le dijo al presidente finlandés. No querrá quedar como mentiroso ante los finlandeses, ¿verdad?

Nada más, señor Rajoy. Espero que le sea leve la huelga.

lunes, 30 de enero de 2012

Desarme



Los acuerdos de paz alcanzados con el gobierno exigían el desarme total de la banda. Entregaron los explosivos, las pistolas, los fusiles... Por desgracia, no se pudo cumplir lo pactado. No hubo manera de deshacerse de los bumeranes...

jueves, 26 de enero de 2012

Soy un escritor comprometido

¿Acaso puede uno negarse a hablar, ante tanta injusticia? ¿Debería uno escribir recluido en una torre de marfil? ¡Oh, pero sale tan caro el marfil!

Que no cunda el silencio, que se diga, que se oiga:

Que los árboles no saben llorar, aunque tengan sus motivos.
Que los gatos no reciben la instrucción necesaria para aprovechar adecuadamente sus superiores dotes artísticas.
Que el pez grande se come al chico, cuando debería comerse el pez bello al feo, el interesante al anodino, y el alegre al triste, para que el mar estuviera siempre lleno de maravilla.
Que las casas antiguas ya no pueden expulsar a sus fastidiosos amos creando ruidos de cadenas que se arrastran y gemidos de almas en pena. ¡Ya nadie escucha a las casas!
Que los sueños se vuelven amarillos y quebadizos como el papel viejo.
Que los recuerdos se nos vuelven imágenes rígidas, frías, incapaces de conmovernos, y así se nos va muriendo la vida.
Que ni el amor ni la amistad son capaces de crear la primavera a su alrededor.
Que el ciempiés nada ha hecho para merecer tantas patas.
Que las manzanas no suelen encerrar esmeraldas, ni las sandías rubíes.
Que la belleza no calma la sed, ni el hambre.
Que no existen suministros suficientes de poesía.

Que Dios, pese a todo, se niega a dimitir.

lunes, 23 de enero de 2012

El extranjero

Como no ando muy inspirado, ni con mucho tiempo, os dejo aquí un simple ejercicio para mi taller literario. El tema es: imagina cómo fue la llegada de Dionisos a Grecia.


Todos parecían haber visto al extranjero. Al menos, eso decían. Y, aunque no se ponían de acuerdo en cómo era, nadie dudaba de que hablaban del mismo extranjero. Unos se referían a un muchacho de belleza delicada, casi femenina. Otros, en cambio, hablaban de un hombre de aspecto feroz, con melena larga y mirada salvaje. Acerca de la mirada, por cierto, también existían versiones dispares: penetrante o distraída, fija o perdida, intensa o serena, distante, sensual… Unos decían que le habían confundido con Apolo, pero que no podía ser ese dios, porque era oscuro y taciturno, mientras que otros negaban tajantemente que fuera un dios en absoluto. En cuanto al cortejo que le acompañaba, algunos hablaban de todo tipo de seres medio humanos, medio animales: centauros, sátiros, minotauros… para otros, tan sólo se trataba de un hatajo de bárbaros ruidosos y malolientes.
Había acuerdo en que llegó tocando una música extraña con una flauta, aunque incluso este dato fue negado por uno de los asistentes a la reunión, si bien es verdad que con más énfasis que éxito: “¡Me niego a llamar a aquello música! La música es algo que flota en el aire y transforma el mundo. ¡Esos sonidos se le meten a uno dentro, y transforman al oyente! Es algo completamente distinto”.
Hablaron y hablaron de aquel que tenía a la ciudad patas arriba. Había llegado la noche anterior, con su delicada belleza o su ferocidad, acompañado de seres mitológicos o de una horda de salvaje, y tocando aquello que casi todos llamaban música, aunque fuera una música nueva y extraña. Las mujeres fueron saliendo de sus casas cuando sus maridos ya roncaban, y se reunieron en lo oscuro del bosque, donde el dios había encendido una fogata y sus seguidores bailaban al son de la flauta. Las mujeres, sin saber por qué, se unieron al baile frenético.
A la mañana siguiente, los hombres no sabían qué había pasado, pero supieron a quién culpar. A la hora de la comida, sus mujeres aún no habían vuelto, y, como es natural, se quemaron casi todos los guisos de la ciudad. Cuando volvieron las mujeres, no mejoró la cosa. No sólo no estaban dispuestas a dar explicaciones, sino que habían perdido interés por la casa, por las tareas domésticas, y sobre todo por su marido. Sólo querían descansar para la noche siguiente volver a salir y reanudar la fiesta, el ritual, el aquelarre… o lo que fuera aquello.
Por eso, los hombres estaban reunidos, hablando del misterioso extraño que había alterado la plácida vida de la ciudad. Alguien salió de entre la muchedumbre al centro de la plaza, hizo un gesto para pedir silencio, y dijo:
- Queridos conciudadanos. No me importa si el visitante es un muchacho de rubios cabellos rizados o un tosco hombretón de fuertes músculos, si anda con una horda de melenudos bárbaros o se hace acompañar de todo tipo de seres semihumanos, si su mirada es de tal forma o de tal otra, si es extranjero (cosa que todos suponemos, aunque no se sabe de nadie que le haya oído decir una palabra) o griego, ni siquiera si toca música con su flauta, o hace sonidos que pueden asemejarse a la música pero pertenecen a una categoría hasta ahora desconocida… Lo único que me importa es que ha acabado con nuestra tranquilidad y… ¿qué vamos a hacer?
Los hombres se miraron unos a otros. Algunos se encogían de hombros, otros miraban a sus sandalias, otros parecía que iban a decidirse a decir algo y de pronto se lo pensaban mejor y se quedaban callados.
De pronto se oyeron tambores y flautas que sonaban en la lejanía. La noche se había adueñado de la ciudad sin que los hombres, distraídos por sus vanas elucubraciones, apenas se dieran cuenta. Miraron hacia los bosques y vieron una constelación de hogueras entre los árboles.

miércoles, 18 de enero de 2012

Parodias

Leo (releo) a Jean Genet (Diario del ladrón, cito la traducción de María Teresa Gallego Urrutia y María Isabel Reverte Cejudo): "Cada acto era una parodia. Los pobres resultan grotescos. Lo que aquí hacían no era sino un reflejo deformado de aventuras sublimes que quizá estaban transcurriendo en ricas mansiones, entre seres dignos de que se los viera y se los escuchara"

Desde hace tiempo creo que a cada individuo, en su vida real, le toca representar un personaje de un género literario concreto (comedia, epopeya, etc.), y ya sospechaba yo que en la mayoría de los casos algo tiene que ver con eso la clase social de cada uno. Al menos, en el sentido de que quizá los ricos puedan elegir el género que más conviene a su personalidad, pero los menos afortunados tienen un repertorio mucho más limitado. Me parece correcto lo que dice Genet acerca de los pobres y las parodias. Es más, creo que no sólo las vidas de los pobres pertenecen a ese género: las vidas de clase media también.

Cualquier oficina es la parodia de una película de espías. Hay agentes, dobles agentes, se forman alianzas, hay tantas lealtades como traiciones, siempre hay algún "topo" del jefe... En esta trama complicada, hay quien se engrandece y hay quien se envilece... y todo por una recompensa pobre, mezquina, ridícula. Cuando salimos del trabajo y volvemos a casa, ¿quién no parodia la búsqueda del Santo Grial, yendo de vagón en vagón del metro, buscando el ansiado lugar donde sentarse (o la plaza de aparcamiento, cuando uno se desplaza en coche)? En las casa con más de un hijo, cada trastada supone una novela policíaca. En fin, cada detalle de nuestra vida entra dentro del patrón de algún género literario "serio"... sólo que las recompensas son insignificantes... y los castigos tampoco dan para una tragedia. Está claro. Nos guste o no, nuestras vidas son parodias.

lunes, 16 de enero de 2012

Una leyenda

Como alguno (y cuando digo alguno, quiero decir ninguno) se habrá preguntado por qué el título de este blog alude al mundo actual, cuando en realidad los textos son más literarios que noticiosos (y, por lo tanto, deberían aspirar a la inmortalidad y ser tan aptos para los tiempos interesantes de la maldición china como para tiempos anodinos, o sea, de extrema placidez), aclaro que en realidad el título lo puse pensando en el primer texto que publiqué aquí ("Páginas perdidas...") que, siendo literario, trata de los tiempos actuales, y, por otro lado, que hace tiempo que no aspiro a pertenecer a la selecta casta de los locos de atar que alcanzan la inmortalidad literaria, ya que dejé de cumplir la primera condición necesaria para pertenecer a dicho grupo, que es estar como una cabra. Me curé, por desgracia.

Hoy, sin embargo, haré honor al título de la bitácora hablando de estos tiempos tristemente interesantes. Y es que, como dicen los cursis, hoy manda la actualidad, lo cual quiere decir que toca hablar del pasado. Porque hoy, señores y señoras lectores y lectores, ha muerto un hombre y ha nacido una leyenda. Una leyenda que es, como todas las leyendas, lo que a alguien le ha interesado contarnos acerca del hombre, pero también lo que se leerá en los libracos de historia oficiales del futuro, y lo que habrá que contestar en los exámenes de historia oficiales. O sea, lo que viene a ser la verdad revelada. Así que atentos, porque les voy a resumir la leyenda de don Manuel Fraga Iribarne:

Al principio fue Fraga, y nada más que Fraga, y antes del principio también, y el principio fue exactamente 1978, sin que antes hubiera nada, absolutamente nada, y mucho menos que nada un dictador llamado Franco, que de haber existido habría sido dictador sin querer, y en caso de haber existido Franco y haber sido Fraga ministro suyo, lo habría sido también sin querer. Y, mucho menos que ninguna de las cosas que no había antes del principio, nunca hubo nadie llamado Julián Grimau, ni había pasado nada en ningún lugar llamado Montejurra, que vaya nombrecito, ni, en caso de haber pasado algo en tal lugar (que no existía, y probablemente sigue sin existir salvo en las mentes de los enemigos de la patria) no habría sido responsabilidad de Fraga. Antes del principio, si había algo aparte de Fraga, era la calle, y la calle era de Fraga, porque no podía ser de nadie más, por mucho que porfíen los rojos judeomasónicos. Entonces Fraga subió al monte Sinaí, y allí Dios, o sea, él mismo, le dictó la Constitución Española. Y entonces bajó del Monte Sinaí y mostró a la gente las tablas de la ley, y todos vieron que aquello de la democracia, que acababa de inventar Fraga, era muy bueno, y loaron al Mesías. Desde entonces, todas las personas de bien votan a la derecha, como Dios (Fraga) manda.

viernes, 13 de enero de 2012

Royendo porcentajes

Royendo porcentajes, malviviendo
de un cero coma nada que está hundido,
que no sabe nadar y no ha comido
ni un pobre decimal ni un dividendo,

cobardes que al abismo van cayendo,
carentes de un valor que se ha perdido
de humilde condición ya se han vestido
acciones perezosas pobre atuendo.

¿Divisas sus siluetas demacradas,
buscando en las cantinas liquidez,
cayendo en espiral todos los días?

Agotan hasta el fondo las jornadas,
invierten sus fortunas de una vez
y sueñan por la noche plusvalías.

jueves, 12 de enero de 2012

Romance de la crisis

Aunque tenga poco seso,
he vivido larga vida
y el demonio es más demonio
por edad que por valía;
el problema tan peludo
que preocupa a Sus Ñorías
lo he molido en mi molino
y lo traigo ya hecho harina.
Se lo dejo a poco precio,
pues de balde es mi tarifa,
por no andarme en regateos
siendo todos gente fina;
tan solo quiero que sepan
pa que luego no se diga
que también me compadezco
de la pobre plusvalía.
Si el problema son los fondos,
en el fondo, yo diría,
que es problema sin sustancia
o dificultad fingida,
pues los pozos que conozco,
por azar o ingeniería
todos tienen dichos fondos
más abajo o más arriba.
A mi madre, de pequeña,
ya mi agüela se lo hacía,
y lo mismo hizo conmigo,
cuando infante fui, la mía;
¡hay que hacer caso a las madres
y a su gran sabiduría:
si dan guerra los activos
hay que atarlos a la silla!
Por si alguno quiere lentes,
me ha encargado que les diga,
la Juana que es boticaria,
framaceútica y vecina,
que las tienen muy baratas,
dos por uno en la botica,
que verán mejor las cosas
y tendrán así divisas.
Por no ser impertinente
y evitar la grosería
no entraré mucho en detalles
(no se cansen, no lo pidan)
no entraré en detalles, digo,
de cómo resolvería
la falta de liquidez
anegándola en orinas.
El producto de interior,
que lo sé muy bien de oídas,
le ha gustado siempre bruto,
a la bruta Economía:
pues bruto lo encontrarán
a puñados en Castilla,
y si no les digo nombres,
el Aurelio o el Matías...
Si es asunto de dinero,
como yo me suponía,
me parece que un detalle
pequeño se les olvida:
el dinero, caballeros,
por ahora, a mí me evita.
Pregunten a sus bolsillos
dónde vuela y dónde anida.

miércoles, 11 de enero de 2012

Sobre ciertas enfermedades infecciosas

...sabía que no debía acercarme a ese tipo. Sabía de qué se trataba. En el fondo lo sabía, y fue una estupidez lo que hice, pero me pudo la curiosidad. Se notaban los síntomas a la legua. No es que hiciera nada especial. Era un pobre como tantos, sentado en un banco del parque, mugriento, indefenso. Dando de comer a los pájaros y las ardillas los despojos de su carne. Como tantos. Pero miraba de esa manera. Jamás había visto algo así pero lo reconocí enseguida. Me acerqué para verlo mejor, y entonces fue cuando debió contagiarme. Doctor, creo que he pillado alma. ¿Es grave?

martes, 10 de enero de 2012

Un libro poco edificante

Leer libros es algo característico de la gente de bien. Los padres, que siempre quieren lo mejor para sus hijos, dicen a los niños que deben leer libros, en lugar de pasarse el día jugando a la PlayStation, drogándose, haciendo ambas cosas simultáneamente, manteniendo relaciones sexuales sin condón, maltratando a indefensos animalillos, cometiendo hurtos de chuches, emborrachándose hasta vomitar lo bebido y vuelta a empezar, insultando a sus profesores, experimentando con opciones sexuales alternativas o asesinando a sus compañeros en el patio de la escuela. Las autoridades, que siempre velan por nuestro bien, nos dicen que, además de no fumar porque puede provocar impotencia y a menudo mata, hacer caso a las señales de tráfico y no correr (que la velocidad mata), consumir alcohol con mesura y responsabilidad, pagar los impuestos religiosamente y siempre pedir la factura en todas las compras, debemos leer porque nos enriquece mucho y nos hace mejores personas. Cuando uno va en el metro y mira a todo el mundo de reojo en busca de posibles maleantes, se tranquiliza muchísimo cuando ve a alguien tranquilamente sentado en su asiento con un libro en la mano, porque al menos ese individuo no nos sacará un enorme machete para rajarnos las tripas y robarnos todas nuestras pertenencias y algunos órganos con los que traficar en el mercado negro. No, ese no, porque es un ciudadano ejemplar. Tiene un libro, esa es la marca inconfundible de las buenas personas, de los tranquilos, los mansos, los que hacen caso a la autoridad, se paran en todos los semáforos en rojo, ayudan a las ancianas a cruzar la calle y las llevan hasta la otra acera en lugar de dejarlas abandonadas en mitad del tráfico (como hacen los malvados para satisfacer sus bajos instintos de mataviejas), son respetuosos, y de pequeños se comían el plato de verduras sin rechistar.

Un día, uno de estos ejemplares de bondad, quizá porque se lo han recomendado o porque le ha atraído el llamativo título, se encuentra con un libro en las manos que se titula "Diario del ladrón", de Jean Genet, un tipo del que le suena vagamente haber oído hablar, y sospecha que es francés porque esa suele ser la costumbre de los tipos que se llaman Jean. No le asusta la nacionalidad del autor, ni siquiera el título. ¿Qué tiene de malo? Piensa que puede ser divertido, e incluso instructivo, hacer una excursión imaginaria al "lado salvaje de la vida". Además, podrá solidarizarse con el pobre ladrón, al cual sin duda la necesidad ha empujado al delito.

Entonces lee, y poco a poco la excursión se va complicando. El pobre ladrón no cumple las expectativas. En lugar de justificarse, crea su propia ética al revés. En lugar de quejarse, celebra. En lugar de revelar la sordidez del lado oscuro, revela la belleza del lado sórdido. En lugar de oler a mierda (o quizá al mismo tiempo) resplandece. Habla de virtudes que le eran desconocidas al cándido lector, porque nunca supo que fueran virtudes: el robo, la cobardía, la bellaquería, la traición. Le habla de cómo esas virtudes pueden perfeccionarse, convertirse en belleza, en arte. Le habla de hacer el mal con el mismo desinterés con el que un santo puede hacer el bien. La santidad del mal, un concepto que desconocía nuestro lector, que quizá no llega a comprender. En fin, ese ladrón, ese sarasa, ese traidor, ese ocasional prostituto, contrabandista, ocasional etc., esa desgracia humana (y poeta) que se llamó Jean Genet, le seduce con su poesía, con su fuerza, con su orgullo.

¿Qué efecto puede tener algo así en el buen ciudadano, en el lector de libros? Seguramente no lo convierta en maleante. Hace falta coraje para deshacerse de todo lo que la sociedad bienpensante considera bueno. Hace falta coraje incluso para ser cobarde hasta sus últimas consecuencias. No, no será un maleante ese lector de libros, ayudador de ancianitas, buena persona en general. Pero quizá sea bueno con menos entusiasmo. Si no puede seguir el camino del mal y no puede ser santo por el camino del bien, nunca será perfecto, nunca será tan bello como esos ladrones piojosos. Y sin embargo recomendará ese libro tan poco edificante. Que es lo que está haciendo en estos momentos.

lunes, 9 de enero de 2012

El Leopardo Anticomunista (entrevista imposible)

Revisando textos antiguos, me he encontrado uno de cuando creía que escribía guiones para la tele... como no salió adelante el proyecto, el texto es mío y sólo mío y lo publico en este blog porque me da la gana. Ea.



Entrevistas Imposibles: EL LEOPARDO ANTICOMUNISTA (MARYLIN MONROE, HILLARY CLINTON, OBAMA, ELVIS PRESLEY, FÉLIX RODRÍGUEZ DE LA FUENTE, MARX, DON QUIJOTE)



En una habitación de hotel, el REPORTERO está sentado en una silla, y MARYLIN Monroe en otra.

REPORTERO: ¿Cómo debo llamarle? ¿Norma Jean Mortensen? ¿Norma Jean Baker? ¿Marylin Monroe? ¿Norma Jean DiMaggio? ¿Marylin Miller?
MARYLIN: (escribe algo en un papel) Llámeme a este número de teléfono cuando esté libre. (le da el papel al REPORTERO)
REPORTERO: (se guarda el papel) Usted ha dejado un legado importante para la posteridad, ¿no cree?
MARYLIN: ¡Oh, sí! Mucha gente ha cambiado su forma de ver las rejillas de ventilación del Metro gracias a mí.
REPORTERO: Sin duda, un gran servicio al transporte público.
MARYLIN: Siempre me ha gustado apoyar buenas causas.
REPORTERO: ¿Sabe usted que es un mito erótico?
MARYLIN: ¿Un mito? No, no, eso no tiene nada que ver conmigo. Yo sólo fui... (inocente) una chica.
REPORTERO: ¡Oh! ¿Una chica cualquiera?
MARYLIN: Bueno. Una chica que quería pasárselo bien... (se queda unos segundos con la mirada perdida, como valorando algo) Y sí, supongo que eso lo conseguí.
REPORTERO: Entonces, ¿fue usted feliz?
MARYLIN: Tuve una vida turbulenta y una muerte temprana. ¿Cree usted que fui feliz?
REPORTERO: Precisamente fue esa muerte temprana una de las cosas que hizo de usted un mito.
MARYLIN: (irónica) ¡Pues nada, tendré que agradecérselo a la muerte!
REPORTERO: Pues muchas mujeres la envidian.
MARYLIN: ¡Envidiarán mi filmografía, no mi vida!
REPORTERO: No sólo su filmografía…
MARYLIN: (sonriendo coqueta) Bueno, sí… eso también.
REPORTERO: ¿Qué es lo peor de morir temprano?
MARYLIN: Que uno siempre ha dejado cosas para más tarde.
REPORTERO: ¿Por ejemplo?
MARYLIN: ¡Yo siempre quise tener un leopardo de mascota!
REPORTERO: ¿Un leopardo?
MARYLIN: Los leopardos son los mejores amigos de una chica.
REPORTERO: ¿Ah, sí? ¿Y los diamantes?
MARYLIN: Tampoco están mal.
REPORTERO: Pero los leopardos…
MARYLIN: ¡Exacto! Los leopardos. En mi clase, todas las niñas soñaban con tener uno de mascota.
REPORTERO: ¿Todas todas?
MARYLIN: Bueno... menos una, que era comunista o algo así. Quería cambiar el mundo y sólo pensaba en los pobres y los oprimidos.
REPORTERO: Déjeme adivinar… al final fue la única que tuvo su leopardo.
MARYLIN: (sorprendida) ¿Cómo lo ha adivinado? (el REPORTERO no dice nada, se limita a sonreír, y MARYLIN sigue hablando) Sí, se fue a Washington, se llevó a su leopardo, y nunca se volvió a saber más… ¡Oh sí! Ahora que me acuerdo…
REPORTERO: ¿Sí?
MARYLIN: Me enteré de que murió…
REPORTERO: ¿Devorada por un leopardo?
MARYLIN: (con cara de espanto) ¡Cielos! ¡Sí!
REPORTERO: (mirando a la cámara, con aire de misterio) Oh cielos. Marylin Monroe. Comunistas. Leopardos. Misterio, intriga. La vida es una tómbola, tom tom tómbola. Continuará…


Exterior, el REPORTERO está en una calle cualquiera, con un micrófono en la mano.

REPORTERO: ¡Hola! Estamos en Washington DC, la capital del mundo libre como el ave que escapó de su prisión y puede al fin volar, libre como el viento que recoge mi lamento y mi pesar. Hemos venido aquí para intentar esclarecer el escabroso asunto del leopardo anticomunista y…

De pronto en REPORTERO se detiene ante una ventana. Está sorprendido. Hace un gesto a la cámara para que se acerque. La cámara va acercándose a la ventana…


Interior, OBAMA y HILLARY CLINTON están en un despacho.

OBAMA: ¡Podemos hacer grandes cosas con este país, Hillary!
HILLARY CLINTON: Yes we can, Obama, yes we can.
OBAMA: ¡Devolver las esperanzas a los desesperados!
HILLARY CLINTON: O prestárselas, a un interés mínimo.
OBAMA: ¡Volver a sentirnos orgullosos, con razón, de ser americanos!
HILLARY CLINTON: O seguir siendo sencillamente arrogantes, que se nos da muy bien.
OBAMA: ¡Ayudar al más débil!
HILLARY CLINTON: Si nos deja el más fuerte.
OBAMA: ¡Tender la mano a los que la necesitan!
HILLARY CLINTON: (tiende la mano pero con la palma hacia arriba, como para recibir algo) ¡Donaciones para el Partido Demócrata!

Pasa un MENDIGO ANDRAJOSO, deja una moneda en la mano de HILLARY CLINTON, y se va.

OBAMA: ¡Hillary!
HILLARY CLINTON: Yes we can.
Qué quieres ahora, Obama.
OBAMA: ¡Podemos volver a ser un país respetuoso con los derechos humanos en el mundo!

Silencio. HILLARY CLINTON mira a OBAMA con mala cara.

HILLARY CLINTON: Vamos a ver, Obama... No we can't.
OBAMA: (asustado de lo que ha dicho) ¡Ya! ¡Ya! Perdona.
HILLARY CLINTON: Si es que...
OBAMA: Perdona, me emociono y se me va la olla.
HILLARY CLINTON: Qué cruz.
OBAMA: ¡Pero podemos hacer grandes cosas!
HILLARY CLINTON: (para sí misma) Qué pelma. (en voz alta) Yes we can, yes we can.
OBAMA: ¡Por supuesto que podemos! ¡Compartiremos nuestras tartas de manzana caseras con el vecino! ¡Tendremos nuestras puertas abiertas para todo el que quiera venir a visitarnos o a convencernos de que nos hagamos Testigos de Jehová! ¡Cantaremos bellas canciones patrióticas todos juntos! ¡Y el sol brillará con más fuerza!
HILLARY CLINTON: Yes we can. (para sí misma) Hay que joderse. Que este pánfilo buenrollista sea el primer presidente negro... ¡Qué injusticia!
OBAMA: (mosqueado) ¡Oye, que te he oído!
HILLARY CLINTON: (rabiosa) ¡Yo tenía que haber sido el primer presidente negro!
OBAMA: ¡Pero si eres blanca!
HILLARY CLINTON: ¡Y tú café con leche! (se echa a llorar y se va corriendo)
 
OBAMA, durante unos segundos, se queda mirando al lugar por donde ha salido HILLARY CLINTON. Luego se encoge de hombros.

OBAMA: (ensimismado) Podemos hacer grandes cosas… podemos hacer grandes cosas…

De pronto aparece el LEOPARDO, que es un tipo con un disfraz cutre de leopardo.

LEOPARDO: (gesticulando y lanzando zarpazos al aire) ¡Arrrrggggg! ¡Basta de tonterías! ¡A hacer política neoliberal, como Dios manda! ¡Arrrrgggg!

OBAMA se asusta y sale corriendo.

LEOPARDO: ¡Hombre ya!


Interior. En una sala oscura, habla el CRIADOR de animales, pero sólo se ve su silueta. Se oye la voz del REPORTERO pero no sale en el plano.

CRIADOR: En aquellos tiempos, si a uno le decían “tienes que entrenar a tu leopardo para ser agente de la CIA” pues uno obedecía, como buen patriota. Si te decían “tienes que darle de comer carne de comunista, para que se acostumbre”, pues le dabas carne de comunista.
REPORTERO: ¿Y funcionó?
CRIADOR: ¡Oh sí! Es curioso, cuando das de comer comunista a un leopardo, ya no quiere probar otra cosa. En una ocasión, no me quedaba carne de comunista y traté de darle un poco de socialdemócrata, rezando para que no se diera cuenta.
REPORTERO: ¿Y?
CRIADOR: ¡Ni lo tocó! Tuve que tirar todos los solomillos de socialdemócrata.
REPORTERO: ¿Volvería a entrenar a un leopardo para ser agente de la CIA?
CRIADOR: ¡Por los Estados Unidos de América lo que sea! Aunque reconozco que fue duro…
REPORTERO: ¿Por qué?
CRIADOR: Bueno… le eché de menos cuando se lo llevaron. Uno le coge cariño a los animalitos… Después de eso me dediqué a la cría de serpientes venenosas… ¿Quiere ver una foto de mi favorita?
REPORTERO: Por qué no.

El CRIADOR saca de algún lugar una foto de Esperanza Aguirre y la muestra, iluminándola con una linterna.

CRIADOR: Se la vendí a un tipo bajito con bigote, que se la llevó a Madrid.





Exterior. Pasa el LEOPARDO por la calle.

REPORTERO: (desde fuera del plano) ¡Leopardo!
LEOPARDO: ¿Es a mí?

Aparece el REPORTERO en el plano.

REPORTERO: ¡Sí! Por favor, sólo serán unas preguntas.
LEOPARDO: No tengo nada que contar.
REPORTERO: ¿Es cierto que come usted comunistas?
LEOPARDO: ¿Comunistas? ¡Qué más quisiera! Hace tiempo que no quedan comunistas en esta ciudad.
REPORTERO: ¿Y qué come?
LEOPARDO: Pues… de vez en cuando un demócrata… algún que otro defensor de los derechos civiles… un pacifista de cuando en cuando… ¡Y no es lo mismo!
REPORTERO: Vaya, lo siento.
LEOPARDO: Oiga, ¿no será usted comunista?
REPORTERO: Pues me temo que no. Otra pregunta… ¿conoció usted a Marylin Monroe?
LEOPARDO: (nervioso) ¿Yo? ¿Por qué? ¿Qué le ha contado?
REPORTERO: Nada…
LEOPARDO: ¿Es usted un paparazzi?
REPORTERO: ¿Come usted paparazzis?
LEOPARDO: Alguno que otro.
REPORTERO: Pues entonces no.
LEOPARDO: Ah, bueno.
REPORTERO: Despedimos nuestra emisión desde Washington DC, la capital del mundo libre, libre quiero ser, libre, yo quiero ser libre, con estas palabras del célebre leopardo anticomunista y mi pellejo intacto.


Interior, en una habitación lujosa pero hortera, tirados en unos pufs, están ELVIS Presley (es el Elvis decadente de los últimos años, está redondo y tiene un frasco de pastillas en la mano) y el LEOPARDO. Hablan a la cámara, y la voz del REPORTERO se escucha desde fuera del plano.

LEOPARDO: Haz el amor y no la guerra, colega.
ELVIS: Hay que joderse. Yo también quería tener un leopardo anticomunista. (coge una pastilla del frasco y se la traga)
REPORTERO: ¿Por qué quería usted un leopardo anticomunista, señor Presley?
ELVIS: ¿Recuerda usted a esos cuatro maricas de Liverpool?
LEOPARDO: (cantando) All you need is love…
REPORTERO: ¿Los Beatles?
ELVIS: Sí… (se traga otra pastilla)
REPORTERO: ¿Y qué tienen que ver con su leopardo?

ELVIS mira al LEOPARDO con cara de mala leche.

ELVIS: ¡Inútil!
LEOPARDO: Paz, colega…
ELVIS: (mirando a la cámara) ¡Me ha salido maricón!
REPORTERO: ¿Quería usted que su leopardo se comiera a los Beatles?
ELVIS: (indignado, intenta levantarse, pero se cae para atrás debido a su gran peso; levanta el dedo índice para enfatizar lo que dice) ¡Son un peligro para la juventud! ¡Con sus greñas y sus ideas de izquierda! Y lo peor de todo…
REPORTERO: ¿Sí?
ELVIS: (se come cuatro pastillas y habla con ellas todavía en la boca) ¡Son unos drogatas!
REPORTERO: ¿Y su leopardo…?
ELVIS: (avergonzado) ¡Come tofu!
LEOPARDO: (a ELVIS) Oye, colega, hazme un porro, (muestra las garras) que con estas garras no puedo.
ELVIS: ¡Lo que me faltaba! (se va rodando)


En un plató de televisión están el REPORTERO y FÉLIX RODRÍGUEZ DE LA FUENTE. Este último habla con su voz de narrador de El Hombre y la Tierra.

REPORTERO: Buenos días.
FÉLIX : El reportero se muestra amigable y saluda de forma convencional. Su víctima no sospecha nada, y responde con entusiasmo… (con entusiasmo) ¡Buenos días!
REPORTERO: ¿Qué tal? ¿Cómo le van las cosas desde que está muerto?
FÉLIX: El reportero, astuto, oculta sus intenciones con preguntas intranscendentes, pero su presa parece notar algo raro y olisquea el aire, nerviosa…

Suena el tema de El Hombre y la Tierra. Pausa. FÉLIX olisquea el aire, intranquilo. Vuelve a sonar el tema de El Hombre y la Tierra.

REPORTERO: No se preocupe, don Félix, ¿puedo llamarle amigo Félix?
FÉLIX: La presa está desconcertada ante la alusión a cierta cancioncilla.
REPORTERO: Tomaré eso como un sí. No se preocupe, amigo Félix, a diferencia del león en la sabana cuando acecha a la indefensa gacela coja que ha quedado rezagada de la manada, mis intenciones son perfectamente amigables.
FÉLIX: La presa, paralizada de terror, no sabe qué decir.

FÉLIX tararea el tema de El Hombre y la Tierra.

REPORTERO: Bien, le he pedido que viniera al programa para preguntarle su opinión acerca del caso del leopardo anticomunista.
FÉLIX: (sorprendido) ¡Ah! (se relaja de repente) ¡Eso! Entonces, ¿no me va a preguntar por mis relaciones con la Osa Mayor?
REPORTERO: ¡Oh no! Mientras sean con (énfasis) la Mayor, ese asunto no tiene interés periodístico. Si hubiera algo con la Menor, ya hablaríamos. Pero ahora lo que me interesa es el asunto del leopardo anticomunista. ¿Qué le parece?
FÉLIX: ¡A mí me parece muy bien!
REPORTERO: ¿Usted apoya al leopardo?
FELIX: ¡Por supuesto!  Por una vez que el que está amenazado de extinción es el ser humano, y el que amenaza es un noble leopardo, tengo que estar con el noble leopardo.
REPORTERO: (alarmado) ¿Amenazado de extinción, dice?
FÉLIX: Me refiero a los comunistas.
REPORTERO: (aliviado) ¡Ah, bueno!
KARL MARX: (desde fuera del plano) ¡Y una mierda!

Se oye un rugido, seguido de ruidos de pelea. Silencio. Se oye un quejido como de perrito, que se va alejando. Suena el tema de El Hombre y la Tierra.

KARL MARX: ¡Que no es esa!

Suena la Internacional.

KARL MARX: ¡Ahora sí! ¡Gracias camarada!
FÉLIX: La presa ahora sí que está acojonada, y se pira. (se va)

Aparece KARL MARX. Lleva su barbaza, y una camiseta del Che.

KARL MARX: ¡Un fantasma recorre Europa! ¡Yo! A ver, dónde está ese que ha dicho que los comunistas estamos en peligro de extinción. Que quiero convencerle con los mismos argumentos que he usado con el leopardo.
REPORTERO: ¿Dialécticamente?
KARL MARX: ¡Eso es! Dialécticamente. Y si eso no funciona, a hostias.
REPORTERO: Pues se ha ido.
KARL MARX: ¡Pues ocuparé su lugar en esa silla que ha dejado libre! ¿Ve? No estamos en peligro de extinción. Hasta nos conceden entrevistas en la tele.
REPORTERO: Si usted lo dice…
KARL MAX: ¡Lo digo!
REPORTERO: Bien… esto… (improvisando) ¿Ha escrito… algo nuevo desde que murió?
KARL MARX: ¡El Capital, segunda parte!
REPORTERO: (asustado) ¿Y es tan largo como la primera parte?
KARL MARX: ¡Un poco más! Pero, eso sí, para entenderlo hay que haber leído la primera parte.
REPORTERO: Entonces no tendrá mucho éxito.
KARL MARX: (de pronto desanimado) Qué me va a decir a mí. No me leen ni los marxistas.
REPORTERO: ¡Claro! Bastante tienen con leer a otros marxistas.
KARL MARX: (abatido) Marxista: dícese del socialista que no ha leído a Marx.
REPORTERO: ¿Y cómo se llama, entonces, el socialista que sí ha leído a Marx?
KARL MARX: Engels.

Redoble. Risas enlatadas. El REPORTERO y KARL MARX también se ríen.

REPORTERO: ¿Entonces, nadie le lee?
KARL MARX: Me han contado que sí… un español…  manchego para más señas.
REPORTERO: Como el queso.
KARL MARX: Sí, pero no es el queso, dicen que es un hidalgo de los lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor, y que se ha leído absolutamente todo lo que he escrito y lo que se ha escrito sobre mí y mis ideas. Un chiflado, en fin.
REPORTERO: ¡Muchas gracias, don Karl! Ha sido un placer entrevistarle. Por cierto, ¿y esa camiseta? (primer plano de la camiseta del Che)
KARL MARX: Estaba a mitad de precio en los grandes almacenes. ¿Le gusta?
REPORTERO: No está mal…


Exterior. Están DON QUIJOTE y SANCHO PANZA en el campo, descansando a la sombra de un árbol.

SANCHO: ¿Y no cree vuesa merced que, en lugar de tanto recorrer el mundo desfaciendo entuertos estructurales, podríamos volver a casa y limitarnos a votar a un partido socialdemócrata que corrija los excesos del capitalismo?
DON QUIJOTE: (mira a SANCHO intensamente) Amigo Sancho, ¿sabes qué es lo que caracteriza a los hombres sabios?
SANCHO: Por cierto que no lo sé. Si lo supiera sería un hombre sabio, y creo que es evidente que…
DON QUIJOTE: Pues bien, los hombres sabios son aquellos que intentan no cabrear a los locos.
SANCHO: Si vuesa merced lo dice…

Aparece el REPORTERO, micrófono en mano.

REPORTERO: Henos aquí en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiere acordarse ni el GPS, donde hemos encontrado al célebre caballero comunista Don Quijote de la Mancha. (se acerca donde están DON QUIJOTE y SANCHO y se dirige a DON QUIJOTE) ¡Buenos días, Don Quijote!
DON QUIJOTE: Buenos días tenga usted, caballero. ¿En qué puedo ayudarle? ¿Es vuesa merced explotado o explotador?
REPORTERO: ¡Según los días! En realidad, soy reportero, y he venido a hacerle una entrevista. ¿Cómo fue su conversión al comunismo?
DON QUIJOTE: Yo antes era un caballero andante, y creía que vivía en un mundo de falsas apariencias creadas por malvados encantadores… hasta que me di cuenta de que realmente vivo en un mundo de falsas apariencias creadas por malvados encantadores.
REPORTERO: ¿Ha cambiado mucho su vida desde entonces?
DON QUIJOTE: Apenas. Antes servía a una dama, Dulcinea del Toboso, con expectativas irreales de obtener sus favores. Ahora sirvo al proletariado con vanas esperanzas de que me lo agradezcan.
REPORTERO: ¿Siguen moliéndole a palos?
DON QUIJOTE: ¡A veces! Pero ahora mis enemigos tienen un arma aún más terrible que los palos.
REPORTERO: ¿Cuál?
DON QUIJOTE: ¡La indiferencia!
REPORTERO: No debe ser fácil ignorar a un caballero medieval que va por el mundo desfaciendo entuertos…
DON QUIJOTE: ¡Pero los encantadores, mis enemigos, son muy poderosos! Allá donde voy organizan algún tipo de homenaje a Cervantes. Simposios, charlas, encuentros, cursos de verano… ¡Si hasta me han invitado a dar conferencias, los muy malandrines! Pero tengo un plan secreto…
REPORTERO: Si es secreto, supongo que no podrá…
DON QUIJOTE: ¡Sancho, el plan secreto!

SANCHO le da unos papeles a DON QUIJOTE, que se los entrega al REPORTERO.

DON QUIJOTE: Está casi terminado…
REPORTERO: (lee la portada) Cervantes y el marxismo, una nueva lectura del Quijote.
DON QUIJOTE: ¡Se van a enterar!
REPORTERO: Muy astuto… Y hablando de otra cosa: ¿sabe algo del leopardo anticomunista.
DON QUIJOTE: ¿Leopardo? ¡Por cierto que no sé nada acera de ningún leopardo, caballero! ¡Pero mire lo que me ha hecho un molino de viento anticomnista!

DON QUIJOTE se levanta el pantalón hasta la rodilla. Tiene la cicatriz de un terrible mordisco en la pierna. SANCHO, en segundo plano, se pone el dedo índice en la sien.

REPORTERO: (hablando a la cámara) ¡Caso resuelto, queridos telespectadores! El leopardo ha resultado ser, después de todo, un molino de viento, Don Quijote escribe análisis literarios del Quijote, y Karl Marx compra en las rebajas. Se despide de ustedes su reportero favorito, el Reportero Imposible.


Están el BARBERO, el CURA y el AMA en la biblioteca de Don Quijote. El CURA hojea un libro.

CURA: ¡Por mi fe que no entiendo ni una palabra!
BARBERO: Déjeme ver, padre…

El CURA le alcanza el libro al BARBERO.

BARBERO: (Leyendo la portada del libro y pronunciando con dificultad) Trot… tros… Trotsky. No sé. El autor parece ruso.
AMA: ¡Ruso! (se santigua) ¡Dios bendito!
CURA: (mirando al BARBERO) Ante la duda, lo mejor es ser prudentes.
BARBERO: ¡Eso, eso! A la hoguera.

No mires aún al cielo

Sube a la azotea y no mires aún al cielo porque está despejado, el sol brilla, y te entran unas ganas de vivir alegres y bulliciosas que, en las horas oscuras de tu soledad, sólo parecerán ruidos lejanos y grotescos… Acércate al borde y mira hacia abajo, a la calle, esa realidad que entristece de tan cotidiana, a la gente que pasa siempre con prisas por llegar a ninguna parte. Mira hacia abajo, calcula la altura, piensa si será suficiente… Después, si decides no saltar, si no son tan fuertes la soledad y la amargura, ya sí mira el cielo porque está despejado, el sol brilla y te entran unas ganas de vivir…

lunes, 2 de enero de 2012

Los sueños, sueños son

Lo había soñado tantas veces... el caso es que no creía en los sueños premonitorios, pero ahí estaba. ¿Casualidad? Quien sabe. En cualquier caso, ya no había nada que hacer. El coche se dirigía hacia la curva con una velocidad que no dejaba ninguna opción. Naturalmente, se aferró a la vida, pisó el freno a fondo, dio el volantazo, hizo cualquier cosa... aún a costa de estropear la perfecta parábola que podría haber trazado en la caída si no hubiera hecho nada. Chirríaron todos los componentes del automóvil, y en el último instante, cuando ya caía por el precipicio, cerró los ojos. Intentó convencerse, en una décima de segundo, de que todo era un sueño de nuevo...

Despertó enpapado en sudor. Sin embargo, no había logrado convencerse de que había sido un sueño. Más bien, la realidad que le rodeaba lo parecía. Todo le era ajeno. Se puso las zapatillas de siempre como si fueran las de otro, se bebió un café que sabía como siempre pero diferente (el que había dejado hecho la noche anterior, pero otro), se metió en una ducha ajena y enjabonó una piel que no era suya. Todo era igual, pero no lo de siempre. Tendría que ir, como todos los días, a un trabajo en las afueras, sólo que ya no era su trabajo. Saldría de una ciudad extranjera exactamente igual a la que siempre había conocido, y conduciría un coche de la misma marca, modelo y matrícula que el suyo por carreteras por las que nunca había conducido, aunque conociera cada curva al milímetro. En una carretera de montaña, aunque no creyera en los sueños premonitorios, aceleraría demasiado, resbalaría en una placa de hielo, se aferraría a la vida aunque no fuera ya su vida, pisaría el freno a fondo, daría un volantazo, se despeñaría, cerraría los ojos, y quizá despertaría por fin de la pesadilla.