martes, 25 de noviembre de 2014

Contra la competencia desleal de la realidad

Recientemente varios artistas han rechazado premios otorgados por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte alegando que no podían aceptarlos de un ministro que no cuida la cultura como es debido. Las quejas principales han sido los recortes en ayudas y la subida del IVA cultural del 7% al 21%. Sin embargo, ni siquiera se ha mencionado uno de los ataques más brutales que ha sufrido la cultura española en los últimos años. Yo denuncio la competencia desleal que se está llevando a cabo desde la realidad a cierto tipo de literatura.

Una de las tradiciones literarias más fecundas de este país ha sido la sátira. Desde la Edad Media se cultiva el género en lengua castellana, con ejemplos tan ilustres como el Arcipreste de Hita. El Siglo de Oro de las letras españolas supone un gran muestrario de esta tradición con sus letrillas maliciosas, sus pícaros, sus versiones burlescas de los mitos clásicos, sus sueños quevedianos, sus licenciados Tomé Burguillos y otras pullas poéticas, sus críticas en clave a personajes conocidos disfrazados de moros y, por supuesto, con el mayor exponente de la prosa satírica en lengua castellana: el Quijote. En el siglo XVIII la sátira se vuelve ilustrada y didáctica, y en el XIX periodística con Larra y compañía. El siglo XX nos dará el esperpento de Ramón, el teatro de Arniches o el cine de Berlanga. En definitiva, el humor en España se escribe enfadado y las críticas más furibundas se escriben con una sonrisa.

Alberti se preguntaba qué cantan, qué miran, qué sienten los poetas andaluces de ahora. Yo me pregunto qué nos queda a los escritores satíricos de ahora. La sátira depende de la caricatura que, exagerando los defectos, los hace ridículos, o mejor dicho expone lo ridículos que son en el fondo. Sin embargo, es sabido que no se puede hacer una parodia de una parodia y, de igual manera, ¿cómo caricaturizar una realidad caricaturesca?

Basta con mirar cualquier portada de periódico. ¿Acaso podemos caricaturizar el descaro de Esperanza Aguirre, la mujer que afirmó haber destapado la trama Gürtel? ¿O la ineptitud de Zapatero, o la de Rajoy? ¿Es posible exagerar el morro que le echan los políticos en sus excusas? ¿Acaso cuando los mismos partidos que se han corrompido a todos los niveles nos piden el voto para combatir la corrupción hace falta añadir algo para ridiculizarlos? Por no hablar de la arrogancia de ciertos representantes públicos. Sonia Castedo, o el propio Wert son ejemplos insuperables. ¿Y qué me dicen del mal gusto de un Jesús Gil, o de aquel concejal de Marbella que tenía un Miró en el cuarto de baño y una jirafa disecada en el salón? ¡Y el cinismo! Hoy mismo Pedro Sánchez nos anuncia que pretende derogar la reforma del artículo 135 de la Constitución, esa que votaron PP y PSOE juntitos de la mano, porque ha servido de coartada para los recortes de Rajoy. Claro, pretende derogarla... ahora que sabe que la mayoría absoluta del PP lo impedirá. ¿Ese cinismo es exagerable? Y por supuesto Moncloa, Zarzuela, el CNI y todas las instituciones estatales corren asustadas a desmentir al Pequeño Nicolás, que ha afirmado que le encargaron las más delicadas misiones de estado. ¡Por Dios bendito! ¿Me puede alguien explicar cómo caricaturizamos al Pequeño Nicolás, que es una caricatura de Mortadelo y Filemón?

Hoy no puede haber un Quevedo, un Cervantes, un Berlanga... Es imposible, debido a la competencia desleal del periódico. ¡Acabemos con este agravio a nuestras letras!

ACTUALIZACIÓN:

http://www.eldiario.es/politica/Susana-Diaz-seguridad-partido-Podemos_0_329317436.html

Al PSOE no le inspiran confianza los partidos que cambian de idea. ¡Al PSOE!

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