jueves, 19 de febrero de 2015

Una pequeña precisión

Ante la más que merecida crítica que reciben ciertos partidos por el latrocinio generalizado que les caracteriza, algunos responsables políticos pertenecientes a dichas organizaciones se quejan amargamente de que se generalice. El argumento que usan tales responsables políticos es defender la honradez de la militancia. Y no dejan de tener razón. El PP tiene 865.000 afiliados y el PSOE 623.000. Es mucha gente y sería una temeridad acusarles a todos de ser corruptos.

Se puede responder que cuando se acusa a esos partidos de ser corruptos no suele dirigirse la acusación a la militancia en general sino a las estructuras de poder que justifican, amparan y protegen a los corruptos. En fin, a los que cortan el bacalao. Se puede también decir que aparte de justificar, amparar y proteger, las estructuras de poder en no pocos casos se sirven de esas prácticas corruptas. Manchándose las manos lo justito, claro, como cualquier capo. Vamos, que nos hablan de manzanas podridas cuando hay tramas evidentes. En fin, podríamos hablar de impunidad, de políticas clientelistas, de financiaciones sospechosas o, mismamente del cinismo de un dirigente político que se acuerda del militante de base (manda huevos) justo ahora... pero no podremos negar que es una barbaridad poner en tela de juicio la honradez de centenares de miles de personas. Las cosas como son.

Ahora bien, también hay veces que al defensor repentino del militante se le va la olla y defiende, con la misma energía y la misma indignación, no sólo la honradez sino la honestidad de la militancia. Y ahí ya la caga.

No señor, no son honestos sus militantes. Habrá alguno que lo sea, pero son los menos. Si sus militantes fueran honestos se borrarían de sus partidos o estarían día tras día luchando por cambiar unas cúpulas que no son ni honestas, ni honradas, ni presentables ni nada. No son honestos cuando hablas con ellos y siempre tienen excusas para los suyos, cuando usan dobles y triples varas de medir, cuando justifican lo injustificable, cuando repiten consignas que saben huecas, cuando retuercen los argumentos... No devaluemos el concepto de honestidad.

No somos honestos tampoco los militantes de organizaciones más honradas si pretendemos tapar nuestras vergüenzas con las vergüenzas mayores de otros. Vaya una mención especial para Podemos, un partido que se ha rodeado con preocupante rapidez de una "cla" de incondicionales acríticos. Y aún en los casos en que seamos razonablemente honestos, no debemos bajar la guardia jamás.

Tampoco son honestos los que nunca se pringan en nada y critican a los que sí se pringan, sin volver jamás su mirada ni su dedo acusador sobre sí mismos... como si sólo la actividad militante de los demás tuviera consecuencias, y no su inactividad. Pues sí tiene consecuencias, y entre otras el hecho de dejar la iniciativa a aquellos a los que critican.

Hay mucha gente honesta en muchos lugares, qué duda cabe... pero no nos ceguemos ante el hecho evidente de que en esta sociedad la deshonestidad campa a sus anchas. La mayoría somos honrados, claro que sí... pero no honestos. No es lo mismo.

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