jueves, 24 de abril de 2014

El Monte del Pilar de Majadahonda

Como ya conté en la entrada acerca del Monte del Pardo, venir a trabajar a Majadahonda ha sido una suerte. No es la primera vez que me sucede: ya me tocó trabajar en cierto complejo de oficinas que era todo un vergel en medio del barrio de Hortaleza. En este caso, la fortuna no se acaba en el viaje en tren. Nada más salir de la estación de Cercanías, hay un parque que debo atravesar para llegar al trabajo. Por este camino voy al curro cada mañana:
El entorno me pareció muy agradable el primer día que vine. Me pareció encantador poder contemplar los árboles, arbustos, flores y césped desde las ventanas del edificio donde estoy asignado temporalmente (por desgracia, pues mi próximo destino es una calle del barrio de Ciudad Lineal, uno de los más feos de Madrid). Pero la sorpresa mayor fue cuando, en una sesión formativa, vi algo inesperado por la ventana: un rebaño de ovejas, con su pastor y sus mastines. No pude sacarle una foto en ese momento, pero al día siguiente vi el mismo rebaño cuando iba camino del tren, una vez finalizada mi jornada laboral:
 Sorprendente: repito que se trata de un parque, no es campo campo. Pero es un parque con rebaño. Durante los días siguientes llovió, pero cuando volvió el buen tiempo, pude avistar las ovejas a menudo. ¿De dónde salían?

Poco a poco he ido conociendo el parque. Se trata del Monte del Pilar. En mis primeros paseos, me fui dando cuenta poco a poco del tamaño del mismo, hasta que un día tuve la curiosidad de verlo en Google Maps. Resulta que es tan grande como el resto de Majadahonda (un pueblo de 70.000 habitantes). He aquí una captura:

Los días que hace bueno, después de comer, no me quedo sin mi paseo. He aquí algunas imágenes capturadas durante estas caminatas:

























Y en una de estas, concretamente ayer, descubrí de dónde salía el rebaño de ovejas. En medio del parque hay una granja que, según un cartel explicativo, mantiene el rebaño más por mantener el parque en buen estado que por su interés productivo. Las ovejas evitan que crezca demasiado el pasto, aportan abono, etc. Una manera excelente de aprovechar uno de los oficios tradicionales de la zona. De hecho, el nombre del pueblo viene del pastoreo. Una majada es un refugio para los rebaños y los pastores. Majadahonda significa un refugio tal que está en una hondonada.

Ésta es la granja:

¡Qué pocas ganas tengo de volver a trabajar en Ciudad Lineal!

martes, 22 de abril de 2014

El Pardo visto desde el tren

Desde hace un par de meses he estado yendo a trabajar a una ubicación nueva, en Majadahonda. Uno de los alicientes de este cambio temporal de ubicación es el viaje en tren de Cercanías, pues la línea que va desde la estación de Chamartín hacia Las Rozas, Majadahonda (y luego Príncipe Pío), pasa (entre las estaciones de Pitis y Las Rozas) por un paraje privilegiado y poco poblado de Madrid: el Monte del Pardo.

Esta zona boscosa situada al norte del término municipal de Madrid (y que por el norte limita con otros municipios, ya casi serranos, como Colmenar Viejo) es una sorpresa campestre a pocos kilómetros del centro de la capital. Contiene tanto bosques como dehesas, mayormente de encinas aunque también están presentes otras especies, especialmente pinos. De hecho, es notable la biodiversidad: más de 120 especies de plantas y 200 de animales están catalogadas. No en vano fue coto de caza de los reyes de España primero, después de Francisco Franco: son muy abundantes los ciervos, los gamos y los jabalíes. Hoy en día es un paraje protegido. La mayor parte de la superficie, de hecho, está vallada y no se puede visitar.

Desde que hago este trayecto, me gusta contemplar las vistas desde las ventanas del tren. Hay momentos en los que uno pierde de vista cualquier atisbo de la ciudad. Es agradable aislarse durante unos minutos de esa manera. Si se va en dirección Pitis - Las Rozas, a la derecha queda la sierra, de la que también se pueden ver panorámicas excelentes. Al lado izquierdo, se puede ver la ciudad de Madrid hasta que las torres de Plaza Castilla se hunden entre la arboleda y desaparecen de la vista. Es por este último lado donde he visto más ciervos, otro de los alicientes de la ruta.

A continuación incluyo algunas fotos que he tomado. Debo advertir de que es muy difícil captar imágenes desde un tren en movimiento, a través de unos cristales a menudo rallados y sucios y con un móvil que no es que tenga una cámara muy buena. Me ha sido imposible captar los ciervos que he tenido el privilegio de ver, y algunas de las imágenes las he tenido que retocar no para falsearlas, sino todo lo contrario: para intentar que se parezcan mínimamente a lo que ven los ojos in situ.













lunes, 21 de abril de 2014

The Big Bang Theory

Dedicado a Gonzalo López Cerrolaza, manager de Sheldon Cooper y presidente del Club de Fans de la Gallina Caponata.

¿Y si en esta entrada no os hablo de una de las mil y una series de moda sino de cierta teoría científica?
¿Y si os cambio por astrofísica la comedia de situación?
¡Estupefactos os quedaríais! ¡Boquiabiertos! Y en boca abierta entran moscas. Y boca que se abre y se cierra, se abre y se cierra, se abre y se cierra, mastica moscas. ¡Pobres moscas!

ATENCIÓN, SPOILERS

Al final de todo este asunto, el Universo tal como lo desconocemos.
No consta que todo sea un sueño de Resines.
Ciertas cosmogonías del Indostán afirman que el engañoso mundo que habitamos no es más que un sueño de Dios.
O quizá no, pero si cierta religión mayoritaria afirma que Dios es a la vez una persona y tres personas, de qué nos vamos a sorprender ahora.
Lo que no está confirmado es que Resines sea Dios.
It's very complicated todo esto: otras cosmogonías (no sé si del Indostán, del Japón, o de las Batuecas) afirman que el mundo es un sueño de Nobita.
O quizá no, pero cosmogonía es una palabra real. Sin embargo, en chiquitistaní no existe la expresión que sería su equivalente, "cosmogonida sesual".
De todas formas, no descartemos demasiado pronto la "teoría Resines": el guión de la vida no es mucho mejor que el de los Serrano.
Quien no se haya imaginado al Dios del cristianismo como un monstruo con tres cabrezas, no sabe lo que es el terror divino.
Los guionistas de los Serrano sí son un sueño de Resines, y mandan sus guiones desde la isla de Perdidos.
Desvelar que todo era un sueño lo justifica todo, con la posible excepción del sueldo de los guionistas.
Hoy en día, si no ves las series de moda y no te gusta el fútbol, no te queda otra que hablar de política.
Los que sí son geniales son los guionistas de la política. Inventarse un personaje como Aguirre, lideresa, expresidenta y piloto de Fórmula Uno, es sublime. O el Aznar Campeador. O Felipe González, señor X y Presidente de la Fundación Felipe González, dedicada a estudiar la figura histórica de Felipe González. Jesús Gil y Gil y tal y tal. ¡Berlusconi!
Sin embargo, el mejor de todos, sin ningún lugar a dudas, es Putin.
Los rusos votan a Putin porque es el mejor superhéroe de cómic que se ha presentado jamás a unas elecciones.
Putin sólo puede ser un sueño de Putin.
En ciertas elecciones, Chuck Norris quiso votar a Chuck Norris como gobernador de Texas y emperador del mundo. Cuando hicieron el recuento, el voto era para Vladimir Putin.
Ciertas cosmogonías del Indostán, ciertas leyendas de la Antigua China, determinadas tradiciones gnósticas, algunas interpretaciones de la Cábala y la totalidad de las profecías de Nostradamus afirman que el fin último del Universo es Putin.
Un día se desvelará la Auténtica y Verdadera Religión, y la gente sabrá que por encima de Dios está Redios y que Redios recibe órdenes directas de Putin.
En cambio, ni ciertas cosmogonías del Indostán, ni ciertas leyendas de la Antigua China, ni determinadas tradiciones gnósticas, ni algunas interpretaciones de la Cábala ni la totalidad de las profecías de Nostradamus afirman que Sheldon Cooper tenga la más mínima porción de divinidad.
Eso sólo lo creen los frikis de las series, herejes dejados de la mano de Putin.

viernes, 4 de abril de 2014

Veinte años no es nada

Hoy me ha dado un disgusto el periódico. Mañana se cumplen veinte años del suicidio de Kurt Cobain, cantante, guitarrista y líder del mítico grupo de grunge, Nirvana. Ya es un intervalo gardeliano, de esos capaces de marchitar frentes, platear sienes y (seguramente, aunque sea otra canción) borrar caminitos. El tiempo pasa, nos vamos volviendo viejos, y no me veo yo contemplando a los jóvenes de ahora con una garrota en la mano y gesto de malas pulgas, diciendo "¡ya no se respeta nada!" (aunque ya no se respete nada y yo sea capaz de empezar un texto sobre Kurt Cobain enlazando a Pablo Milanés y Gardel).

Hace veinte años, probablemente bajo el burlón mirar de las estrellas, murió uno de esos mesías de juventudes, uno de esos ¿falsos? profetas que nada bueno tenían que enseñar a generaciones que nada bueno querían aprender. Uno más de tantos, que además siguió un camino habitual en tales estrellas fugaces: las drogas, la muerte temprana. Uno más, sí, pero el mío, el que me tocó en suerte. Cuando el famoso cantante de las camisas de cuadros, las melenas desarregladas y los jerséis de lana se voló la cabeza, servidor tenía dieciséis años y escuchaba con fervor su música. Entre el uso y el abuso de la distorsión, la famosa dicción a menudo incomprensible del cantante y esa voz que parecía sostenerse por la rabia para no caer en la desgana y el silencio, aquellas canciones resultaban un tanto hipnóticas y, lo que es más importante, no gustaban a los padres, requisito indispensable para convertirse en himnos para los hijos.

Veinte años ya, que pasaron como un suspiro. Porque veinte años no es nada, y es un soplo la vida, y quizá sea el momento de volver... a escuchar alguna canción de Nirvana... aunque
Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida