jueves, 4 de febrero de 2016

Rousseau, don Ricardo, Agamenón y el porquero

Cuenta Juan Villoro en uno de los ensayos contenidos en el libro "De eso se trata" que el Emilio de Rousseau supuso un escándalo importante cuando se publicó. Cuenta además que el hecho en sí no es tan sorprendente como el hecho de que el autor, a diferencia de otros autores de textos polémicos de la época, firmase su obra en lugar de publicarla como anónimo. Es admirable el valor del filósofo más sui generis de la Ilustración: cuando tiene que huir y se hospeda en una posada del camino, sigue siendo fiel a su nombre y escribe en el registro "JJ Rousseau". Pero no es simplemente una temeridad o un sacrificio inútil. Firmar una obra es arriesgado cuando dicha obra es polémica, pero también es entonces cuando la firma añade algo realmente importante al texto. Si las ideas que se expresan van a contar con numerosos enemigos, es bueno que al menos tengan un amigo. El autor que firma una obra polémica se hace responsable de sus pensamientos y de esa manera les otorga credibilidad. Rousseau desafía a su época con el Emilio y más aún firmándolo; incluso cuando ha estallado la polémica, sigue mostrándose abiertamente, luciendo un apellido que ya es el del autor de un libro incendiario. Con ello, según Villoro, inaugura una nueva era en la cual el autor adquiere una importancia creciente.

En principio, parece un debate cerrado: la autoría ha ganado al anonimato por goleada. Hoy en día, si tus obras son célebres, tú lo serás también. Tendrás que salir en la tele, dar entrevistas, etc. Sin embargo, los debates a veces resurgen, ligeramente transformados para adaptarse a las nuevas circunstancias. O más bien surgen debates nuevos que nos recuerdan los antiguos. Leyendo el ensayo de Villoro sobre Rousseau, me ha venido a la mente la polémica en torno al anonimato en Internet. Hace tiempo era asiduo de un blog, A Sueldo de Moscú, cuyo autor insistía en la importancia de firmar las propias opiniones (concretamente los comentarios en su bitácora) con el nombre y apellidos verdaderos. La mayoría de los comentaristas escribían con seudónimo (yo también) pero don Ricardo (que así se llama el autor pagado por el Kremlin) valoraba más una opinión respaldada por un nombre que una opinión anónima, pues la primera tiene quien la defienda, y la segunda no (aparte de que ya sabemos que el anonimato en Internet a menudo se usa para la difamación pura y dura). A menudo, respondiendo a críticas agresivas o faltonas, el moscovita recurría al insulto; si se le recriminaba por ello, su defensa era decir que quien escribe con seudónimo no es más que un personaje ficticio y que no se puede ofender a un personaje ficticio (también en este caso se cumple que las obras polémicas son las que más necesitan una firma que las respalde). En fin, acabó convenciéndome. Más tarde empecé a expresar mis opiniones en foros de Internet con mi nombre y apellidos, y eso acabó llevándome a la militancia activa. Dar la cara fue un paso decisivo.

Por otra parte, la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. En ese sentido, todo aquello que sabemos cierto deja de depender de una firma o un nombre, y se sostiene por sí mismo. De la misma manera, no hay nombre, por prestigioso que sea, que pueda sustentar algo que sea falso y cuya falsedad conozcamos. En un debate racional sobre asuntos que puedan ser esclarecidos completamente por la razón, lo único importante son los razonamientos y la identidad de los razonadores es irrelevante. Sin embargo, es raro que un asunto se pueda dilucidar por completo con la razón, sobre todo si el asunto es importante. En un debate sobre asuntos que no puedan ser esclarecidos completamente por la razón, lo racional es delimitar hasta dónde llega el raciocinio, y qué depende de nuestros intereses, pasiones, gustos o afectos. En esos casos, sí nos interesa saber quién defiende las ideas. Si hablamos, por ejemplo, de cómo debe repartirse la riqueza y alguien defiende que es necesario que haya ricos y pobres, quizá saber a qué clase social pertenece nos dé un indicio acerca de si defiende dicha idea de forma desinteresada o todo lo contrario. Eso no quiere decir que no tenga razón (aunque tenerla no la tiene, pero eso es otra cuestión), pero es un indicio importante. De igual manera, si juzgamos la gestión de un gobierno querremos saber si nuestro interlocutor pertenece al partido gobernante, a un partido de la oposición, o a ninguno. El anonimato nos priva de todos esos indicios y, por lo tanto, está perfectamente justificado considerar más creíble aquellas opiniones que vienen respaldadas por la identidad del opinante.

miércoles, 27 de enero de 2016

Sobre los gallos parlamentarios

A más de un tertuliano he escuchado el mismo argumento sobre la cuestión del reparto de escaños en el parlamento y el lío con Podemos y el gallinero: esto no es más que una rabieta absurda de Podemos, algo bastante infantil ya que no importa en absoluto sentarse delante o detrás. Otra versión dice que los de Podemos se preocupan por sentarse delante porque su idea de la política es puro espectáculo y sólo quieren salir en la tele.

Naturalmente, por cada tertuliano que ha expresado tales ideas, miles de cuñados las han repetido. Es lo que sucede cuando se tiene la cabeza vacía: no sirve para pensar, pero sí como cámara de resonancia para repetir gilipolleces escuchadas en la televisión.

Y francamente no es que me sorprenda que se diga que todo este asunto es un poco infantil, o que la preocupación por las filas delanteras demuestra más ganas de ser visto que de ser útil. Todo ello me parece muy razonable. Lo curioso es que la mayoría de las acusaciones de infantilismo o de (por así decirlo) exhibicionismo mediático se dirijan a Podemos y no a quienes han elaborado el reparto. Porque si los otros (PP, PSOE, C's) han puesto a propósito a los de Podemos en las filas de atrás y se han reservado las de delante, los que quieren salir en la cámara son ellos... y si pueden calificarse de infantiles las críticas a la maniobra, de la maniobra en sí ¿qué diremos?

Claro, que todo depende de si realmente pensamos que hay una maniobra para dejar a los de Podemos en las últimas filas. Veamos... puede ser casualidad, ¿no?


Ahí podemos ver la famosa propuesta. Ya sólo la imagen, a primera vista, da bastante que pensar: a los de Pablo no les han encontrado hueco en la primera fila. Tampoco en la segunda, ni en la tercera... En la cuarta empiezan a aparecer, en la quinta hay otro puñado, y en la sexta y la séptima están concentrados casi todos los diputados morados (de hecho, contando los escaños veremos que la mitad están en última fila).

Hagamos unos números.

Podemos calcular, por ejemplo, el porcentaje de escaños en una fila para una formación política concreta, sobre el porcentaje de escaños totales de dicha formación. De esa manera podremos ver dónde se concentran más diputados de cada partido. Si hacemos el cálculo para los cuatro partidos más votados en las generales y lo ponemos en un gráfico nos queda algo así:

Está claro que el número de Podemitas aumenta a medida en que nos acercamos a las filas traseras, mientras que en otros partidos la tendencia no es ni de lejos tan clara. Si comparamos los porcentajes anteriores con el porcentaje de asientos de cada fila respecto del total de asientos, constatamos lo siguiente:
- Podemos está infrarrepresentado en las filas 1-5 y sobrerrepresentado en las filas 6 y 7 (especialmente en la 7, donde están el 21,55% de los escaños pero se sientan nada menos que el 50,8% de los diputados de Podemos).
- El PSOE está sobrerrepresentado en las filas 1-5 e infrarrepresentado en las filas 6 y 7. Justo lo contrario de Podemos.
- Ciudadanos está bastante sobrerrepresentado en las primeras dos filas, infrarrepresentado en las filas 3-6 y sobrerrepresentado (mucho menos que Podemos) en la 7.
- El PP, que es el que tiene un reparto más equilibrado, está ligeramente sobrerrepresentado en las seis primeras filas e infrarrepresentado en la séptima.

En resumen: el PSOE se beneficia de un reparto que le coloca preferentemente en las primeras filas, C's tiende a los extremos y tiene menos diputados entre medias, el PP está bien repartido y Podemos tiende claramente al gallinero.

También se puede calcular el porcentaje de escaños de cada fila que ocupa cada partido:

(Nota: hasta la quinta fila los escaños del PP y el PSOE están distribuidos igual, por eso se solapan las líneas azul y roja)

Aquí hay que tener en cuenta que hay partidos que tienen más escaños que otros en general. Es por ello que el PP tiene bastante más representación que Podemos en todas las filas... menos en la última. En cualquier caso, de nuevo se ve claramente quien tiende a tener más representantes a medida que aumenta el número de fila.

Por último, podemos inventarnos un indicador de la distancia que hay desde un escaño hasta el frente del hemiciclo, asignando a cada fila su número: a la primera el 1, a la segunda el 2, etc. De esta manera, podemos sacar el número de fila medio para cada partido:
Podemos - 6,13
PSOE - 3,84
PP - 4,37
C's - 4,46

Aunque todos los cálculos los he hecho para los cuatro partidos más votados, mirando la imagen del reparto de escaños es evidente que nadie puede tener una media mayor que Podemos. Los que más se acercan: ERC (al estar todos en la sexta fila, es evidente que su media es 6).

Con este análisis, yo tengo bastante claro de quién está más preocupado por salir en la tele. O por evitar que otros salgan. Que cada cual saque sus conclusiones.

viernes, 8 de enero de 2016

Sobre las agresiones en Colonia

Un tuitero al que le gusta meter el dedo en la llaga más que a un tonto una tiza ponía ayer un buen ejemplo de tema incómodo:

"Ponerle el cascabel al gato: dícese de opinar desde la izquierda sobre agresiones a mujeres e inmigración magrebí".

Hacía referencia a una noticia que seguro que ya todos conocéis: las pavorosas agresiones multitudinarias a mujeres que han tenido lugar en Alemania esta Nochevieja.

Se trata de un tema, efectivamente, espinoso; ideal, por otro lado, para la derecha, sobre todo la más populista de todas, la extrema derecha. Para la izquierda resulta mucho más incómodo porque nos vemos obligados a reconocer que las víctimas de la opresión pueden ser opresores. Pero hay que tomar partido; la izquierda no se puede poner de perfil. Si dejamos a cierta derecha dar la respuesta a estos hechos y permanecemos callados sabemos por experiencia que se intentará criminalizar colectivos a granel y que se conseguirá en mayor o menor medida, porque estos discursos calan. Además, no es justo ponerse de perfil y dejar a su suerte a las otras víctimas, las de las agresiones.

Da miedo el fenómeno por su naturaleza multitudinaria, pero es un viejo conocido: el terrorismo machista. Y por cierto, si lo que caracteriza al terrorismo es el terror, no es exagerado llamarlo así. No todo el machismo es terrorista (sí odioso y pernicioso) pero se dan casos en los que se emplea el miedo para obtener el poder sobre otra persona, todo ello justificado por una ideología. En Colonia se practicó en grupos numerosos, normalmente las agresiones se llevan a cabo individualmente o en grupos reducidos, pero la ideología que hay detrás de todos esos actos es algo que incumbe a toda una sociedad.

Precisamente porque el problema es algo que conocemos de sobra, no tiene sentido ningún relativismo cultural al respecto. Sí, puede ser que lleguen personas de sociedades mucho más machistas que la nuestra y que muchos individuos consideren que el machismo es un elemento de su cultura que debe ser respetado. Pues bien, no debe serlo. Ese también es un elemento de nuestra cultura y ya conocemos lo abyecto que es. Seguro que los occidentales tenemos mucho que aprender de otras culturas, pero sabemos de sobra en qué consiste eso de reducir a la mitad de la humanidad a objetos de los que uno se puede servir a voluntad para beneficio de su interés o satisfacción de su apetencia, y nadie podrá convencerme (ni a nadie que merezca considerarse de izquierdas) de que algo así pueda ser respetable. Esté donde esté la opresión (en la plaza pública, en la comisaria, en la oficina o en un domicilio particular), y la ejerza quien la ejerza, debe ser combatida.

Con la misma energía debemos combatir el racismo y la xenofobia, ideologías muy emparentadas con el machismo que querrán aprovecharse de estos sucesos para fortalecerse. Se debe luchar contra la criminalización del colectivo y hay que seguir defendiendo la solidaridad con todas las personas que huyen de la guerra o la miseria. Pero sobre todo hay que plantearse el problema muy seriamente: como decía antes la izquierda no puede ponerse de perfil porque hay que ofrecer alternativas. Es probable que si a una sociedad conmocionada se le ofrecen como respuesta deportaciones a saco (Pegida ya estará pidiéndolas, supongo) desde la derecha mientras la izquierda mira para otro lado, una sociedad conmocionada elija las deportaciones antes que la pasividad.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Los habitantes de la casa

Nota: este relato lo escribí hace unos años y lo tenía perdido y olvidado... hasta que por casualidad lo encontré en una página de Internet (Guallavito). Lo publico aquí para que podáis comprobar que lo de estar mal de la cabeza no es nuevo.

Informe remitido por el agente ---- el día 3 de marzo de 1985

El domingo no salieron; durante todo el día se movieron con pesadez y silencio por el calor de la casa, mal vestidos, tendiendo hacia los rincones frescos y semioscuros, donde marcaban su presencia con gruesos diarios de la mañana.

El domingo anterior tampoco habían salido, ni durante la semana que medió entre ambos días. Tampoco la semana anterior. En realidad, según los pocos datos que se conocen de esta confusa historia, la pareja llevaba más de diez años – y menos de veinte – encerrada.

La casa podría haber sido un mundo aparte sin contacto con el exterior, si no hubiera sido por los periódicos. Los moradores se alimentaban con las latas de conservas que estaban almacenadas en la despensa. El agua para beber, lavarse, etc. se la proporcionaba un río subterráneo que afloraba en el salón. Nada parecían necesitar más allá de la vivienda y los enseres contenidos en ella.

Sin embargo, cada mañana entraba un diario por una rendija de la puerta que daba a la calle. Jamás llegó ningún recibo a la casa; no se sabe quién solicitó la suscripción ni quién la pagaba. Misteriosamente, iban apareciendo los periódicos con puntualidad. Estos diarios constituían un elemento de suma importancia en la vida de los habitantes de la casa. Eran su único contacto con el exterior, contacto que incluía un flujo de entrada – a través de la rendija que ya he mencionado – y otro de salida – a través de las cañerías, cloacas, etc. Aparte de este vínculo, daban varios usos a los periódicos. En primer lugar, los leían para obtener información del mundo y asegurarse de que éste seguía existiendo más allá de su estrecho hábitat. Además, les proporcionaban una ocupación: confeccionar un álbum con las noticias – habitualmente, no más de una por edición – que ellos considerasen que tenían importancia. Como la selección se realizaba sin seguir ninguna pauta fija, esto les llevaba todo el día y les sumía durante horas en silenciosas reflexiones. Por último, una vez que habían recortado y guardado las noticias escogidas, usaban el resto del periódico como papel higiénico, con la ventaja que esto suponía: la satisfacción de mancillar los retratos de personas que se creían importantes.

Con estos elementos habían construido la rutina que ya duraba más de diez años, pero menos de veinte. Poco más sabemos de estos sujetos. No se ha podido constatar la edad de él, ni la de ella. Las pocas personas que dicen haberles visto difieren sustancialmente en la descripción de sus rasgos físicos.

Cabe también preguntarse la relación que había entre los dos. Al parecer, no hablaban mucho entre ellos. Hay quien afirma que no se dirigían la palabra en absoluto: esto es imposible de confirmar. Sí parece probable, según los testimonios, que, en sus idas y venidas por la casa, se cruzaban sin apenas fijarse en el otro. Sin embargo, parece que sentían el uno por el otro una especie de pasión discreta, si tal cosa es posible. Algo que se podría calificar de recóndito. Según las palabras de un vecino: “Un gran amor... al que no daban mayor importancia”. No consta que hubiera encuentros sexuales entre los dos. Si los hubo, cabe imaginarlos intensos pero silenciosos.

El domingo no salieron de la casa. El lunes, en algún momento de sus respectivas rutinas diarias, ambos tuvieron la sensación, por primera vez, de que llevaban haciendo lo mismo durante toda la vida. Estuvieron atareados todo el día seleccionando las noticias del periódico, deteniéndose sólo para comer y para atender a otras necesidades fisiológicas. Él revisó las secciones de nacional, deportes y necrológicas. Ella, el resto del periódico. Por la noche, sin consultarse, abrieron la puerta de la casa y salieron al exterior. Él se fue hacia el norte, ella hacia el sur. No se supo más de ellos, pero parece improbable que volvieran a encontrarse.

Los periódicos siguieron amontonándose durante varias semanas a la puerta de la casa.

Respuesta de los superiores de ---- al informe anterior, en la que se exponen ciertas dudas acerca del mismo:

Tras leer su comunicación del día 3 de marzo, nos gustaría que aclarase los siguientes puntos:

1. ¿Cómo es posible que un río subterráneo aflore en medio del salón de una casa sin afectar la estabilidad de la construcción?

2. Sus fuentes no pueden proporcionar datos básicos acerca de los moradores de la casa, tales como su edad o sus rasgos físicos. Cabría suponer, por lo tanto, que ni les conocían ni habían mantenido contacto con ellos. Sin embargo, usted afirma, sin dudas aparentes, que estas personas sentían satisfacción al ensuciar los retratos que aparecían en los diarios, que se amaban, y que cierto día ambos tuvieron la sensación de que “llevaban toda la vida haciendo lo mismo”. ¿Cómo pudo obtener información acerca de cuestiones tan íntimas?

3. ¿Cuál es la utilidad de este informe?

Respuesta del agente ---- a la comunicación de sus superiores en la que se exponían ciertas dudas relativas a su informe del día 3 de marzo:

Trataré de contestar a las preguntas que se me plantean en la medida de mis posibilidades. Espero que mis respuestas sean satisfactorias.
1. No me consta que el río no afectase a la estabilidad de la casa. Sólo puedo afirmar que ésta se mantuvo en pie durante más de diez años, sin necesidad de reparaciones. Nada más puedo aportar al respecto, pues desconozco la estructura y los materiales de la construcción.

2. Todas las afirmaciones que hago en el informe provienen directamente de mis fuentes: vecinos de la localidad en la que sucedieron los hechos. Todas las afirmaciones que ustedes ponen en duda, por otra parte, han sido confirmadas por varios informadores. Yo fui el primero en sorprenderme por la aparente contradicción: ¿cómo podían saber detalles tan subjetivos y desconocer los datos básicos? Ante esta pregunta, todos se sumían en un mutismo inquebrantable. Téngase en cuenta la naturaleza reservada de los habitantes de la población, de la cual los moradores de la casa en cuestión eran un buen ejemplo, si bien un caso extremo. Por otra parte, no lamento haber sido incapaz de dilucidar esta cuestión. Pude contar la historia, y hay cierta virtud en el misterio. De todas formas, aventuraré dos hipótesis: telepatía, imaginación poética.


3. Todo esto no tiene ninguna utilidad.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Sobre nacionalidades

Aclararé para empezar que no creo en la necesidad de organizarnos en estados, no me importan las nacionalidades, y las naciones me parecen conceptos mucho más indefinidos de lo que se suele pretender cuando se les pretende dotar de unos límites percisos. Entiendo que el apego hacia lo cercano hace que uno se sienta más identificado con lo que tiene al alcance de la mano, pero dicho alcance variará con cada individuo e incluso para un mismo individuo dependiendo de la época de su vida.

Por otro lado, tenemos un presidente que es bobo, pero no porque desconozca la Constitución que tanto dice defender, sino por su nula capacidad de reacción. Lo que le pasa con la Constitución es peor: algunas de las cosas que dice no le interesan, así que esas partes las ignora.

Dicho esto, ¿qué pasará con las nacionalidades en caso de que se independice Cataluña? Pues a ver, es que es obvio. Ninguna persona que ostente la nacionalidad española puede ser despojado de dicha nacionalidad. Es indiferente que viva en el estado español o que viva en el extranjero: si no renuncia a la nacionalidad, no hay quien se la quite. Si se crea un nuevo estado catalán habrá millones de personas que tendrán la nacionalidad española pero vivirán en el extranjero.

Ahora bien, cuando se cree ese nuevo estado, se creará una nueva nacionalidad, la catalana. Y es muy probable que las personas que ya viven en Cataluña quieran tener esa nacionalidad. Al menos la mayoría.

Se puede argumentar que cuando un ciudadano español decide adoptar la nacionalidad de un estado que no tiene tratado de doble nacionalidad con el estado español, pierde la nacionalidad española, no por ser despojado de ella sino por libre elección. Es decir que si el nuevo estado catalán y el estado español no firmaran un tratado de ese tipo, los ciudadanos españoles residentes en Cataluña tendrían que optar entre una nacionalidad y otra.

Ahora bien, si se firma un tratado de doble nacionalidad, no tendrían que hacerlo. Los independentistas catalanes ya han manifestado una y otra vez que están dispuestos a dialogar con España el proceso de secesión; sin duda, éste sería uno de los temas a tratar.

En fin, que no se trata de que los catalanes independizados mantengan automáticamente la nacionalidad española o la pierdan automáticamente. Se trata de que está en las manos del gobierno de España permitir o no que los catalanes que lo deseen mantengan la nacionalidad española. Si el PP gana las elecciones, podría negociar o no hacerlo. Puesto que se supone que defiende a capa y espada a aquellos catalanes que se sienten españoles y quieren serlo, ¿es posible que les dejara en la estacada por negarse a negociar con una Cataluña independiente?

Pues... posible es.

En fin, eso pasaría con la nacionalidad española...

"¿Y la europea?"

Pues esa seguro que los catalanes no la perderían PORQUE RESULTA QUE NO EXISTE.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Hay que leer De Profundis

Y por si no te ha convencido el título de este post por sí solo, en este enlace puedes ver la reseña de la obra de Oscar Wilde que me han publicado en Almería Hoy.

viernes, 7 de agosto de 2015

¿Cuántos kilotones son demasiado kilotones?

Fotograma de la película ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú


Con motivo de la conmemoración del 70 aniversario de las bombas de Hiroshima y Nagasaki el otro día emitieron en televisión un par de documentales sobre el tema. El primero hablaba de las consecuencias de la explosión de Little Boy en Hiroshima. El segundo hablaba del proyecto Manhattan donde se diseñaron ambas bombas.

Tras el ataque nuclear a Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial, las dos superpotencias que quedaban en el planeta se enzarzaron en una carrera armamentística que las llevaría años más tarde a la paradoja de asegurar una relativa paz entre las dos naciones a causa de la capacidad de cualquiera de ellas de aniquilar a la otra en caso de entrar en conflicto directo. Y ya desde el primer momento algunos vieron que un paso importante en esa carrera era la bomba de hidrógeno, una bomba nuclear de fusión varias veces más potentes que las bombas atómicas convencionales de fisión, como las dos que EEUU dejó caer sobre Japón. Para hacernos una primera idea del salto que supone la bomba de hidrógeno respecto a la de fisión, es elocuente el hecho de que el detonador de una bomba de hidrógeno no es otra cosa que una bomba atómica de fisión. La bomba de hidrógeno más potente jamás creada, la llamada bomba del Zar, llegaría a tener una potencia seis mil veces la de Little Boy.

Pues bien, algo que me llamó la atención fue que varios de los científicos involucrados en el proyecto Manhattan (auténticos genios como Neils Bohr, John von Newmann, Enrico Fermi o Richard Feynman) se opusieron al desarrollo de la bomba de hidrógeno. Una frase acerca de dicha bomba resumía su punto de vista (no recuerdo quién de ellos la dijo): "no sirve para destruir nada que quieras destruir". En fin, es demasiado grande.

Las bombas que acababan de desarrollar tenían una capacidad de destrucción jamás antes vista. Little Boy, la de Hiroshima, tenía una potencia de 16 kilotones (la de Nagasaki, Fat Man, era de 25 kilotones). Un kilotón corresponde a la fuerza explosiva de mil toneladas de TNT. O sea que es como si hubieran dejado caer 16000 toneladas de TNT sobre Hiroshima (y 25000 sobre Nagasaki). La magnitud de la explosión desafía a la imaginación. La temperatura subió inmediatamente a un millón de grados centígrados. Todo lo que estaba en un radio de 256 metros se convirtió en una gigantesca bola de fuego. En un radio de 1,6 kilómetros la destrucción fue total (las fotos aéreas de antes y después del bombardeo son impresionantes). Se calcula que 70000 personas murieron inmediatamente en Hiroshima. El cálculo de las muertes a finales de 1945 varía entre 90000 y 140000 personas, aunque si añadimos muertes causadas por otros efectos a medio y largo plazo (como el cáncer y la leucemia) seguramente las muertes ascenderían a más de 200000. En Nagasaki la destrucción fue de una magnitud parecida. Esta página sirve para hacernos una idea de qué pasaría si una bomba como la de Hiroshima cayera sobre nuestras casas.

Pues bien, aquellos que ayudaron a crear las armas que se usaron para causar tanta destrucción, consideraron que la bomba atómica era un arma adecuada. La de hidrógeno no, eso ya era pasarse. No dudo de las buenas intenciones de los científicos a la hora de oponerse a la bomba de hidrógeno. Sin embargo, serían dignos de estudio los procesos mentales que llevan a los individuos a justificar siempre lo que han hecho, sea lo que sea.