viernes, 31 de octubre de 2014

Formas de entender el anarcosindicalismo

Desde principios de año estoy afiliado a un sindicato y desde hace unos meses, cuando acepté el nombramiento de delegado sindical, estoy militando más activamente en el mismo.

El sindicato en cuestión es CGT (Confederación General del Trabajo), escisión de la histórica CNT (Confederación Nacional del Trabajo). Su origen se remonta a los años 80, cuando se produjo un debate en el seno de la CNT sobre la conveniencia de presentarse a las elecciones sindicales. Los partidarios de no presentarse apelaban a los principios anarquistas de la organización: el trabajador no debe tener representantes: debe representarse a sí mismo. Los partidarios de presentarse apelaban a la necesidad de estar en cualquier ámbito donde se puedan decidir asuntos importantes para los trabajadores, como son los comités de empresa. Ambas partes, según mi punto de vista, tenían razón. Pero las posturas eran irreconciliables y la disputa acabó con la escisión del sindicato: aquellos que abogaban por estar en los comités formaron el sindicato que acabó llamándose (tras una nueva disputa por las siglas) CGT.

El sindicato siguió (y sigue) proclamándose anarcosindicalista, cuestión que es polémica. Para los más ortodoxos (entiéndase la palabra de la forma más neutra posible, no pretendo criticar dicha postura) el hecho de presentarse a cualquier tipo de elección es incompatible con los principios del anarquismo. Además, a causa de la presencia en los comités de empresa, la CGT recibe cierta cantidad de dinero público en forma de subvenciones (una cantidad que se intenta limitar, por ejemplo rechazando subvenciones por formación), cosa que, según los críticos con la organización, compromete la independencia de la misma respecto al estado. En el aspecto de organización interna, sin embargo, no creo que nadie pueda dudar del carácter anarcosindicalista de CGT. Todas las decisiones son asamblearias, cada sección sindical es independiente y los cargos que existen (también los hay en CNT) son puramente organizativos y no tienen poder de decisión, pues el único órgano de decisión es la asamblea de afiliados. En cuanto a la ideología de la militancia, es mixta. Hay anarquistas en CGT y también gente que se ha acercado al sindicato buscando una alternativa, más honesta y combativa, a los sindicatos mayoritarios, pero que no necesariamente comparten el ideario anarquista. Sin embargo, esta cuestión no me parece excesivamente importante mientras se mantengan las formas de funcionar de la organización. Una organización es anarquista si funciona de manera anarquista. Por lo demás, que cada cual piense como quiera. Tampoco en CNT se exige ninguna ideología concreta a los afiliados: basta con ser trabajador.

¿Pertenezco, pues, a una organización anarcosindicalista? ¿Tenemos derecho a llamarnos así y a usar los símbolos que se suelen asociar al anarquismo? Opino que sí: somos anarcosindicalistas, no sólo anarquistas. Entendemos que nuestro deber es estar ahí donde hagamos falta a los trabajadores y hoy en día, por desgracia, o se está en los comités de empresa o se está al margen de la mayoría de las decisiones. No quiero con esto decir que el modelo de CNT no sea útil en muchos contextos: ahí donde el trabajador está dispuesto a movilizarse por sus derechos, no hace falta un comité. Ahí sólo hace falta un sindicato que organice a los trabajadores y canalice la lucha.

El problema es que hay muchos sectores donde las circunstancias dificultan la movilización de los propios trabajadores. Podría poner mi propio gremio como ejemplo perfecto. Soy informático y trabajo en una consultora. Existen causas objetivas que ponen trabas a la auto-organización. La dispersión es una de ellas: en una misma empresa puede haber trabajadores repartidos en cientos de centros de trabajo (decenas de ellos en una misma ciudad). Por otro lado, la subcontratación es generalizada, lo que hace que se dividan las luchas, ya que el compañero que trabaja a tu lado tenga un contrato con otra empresa, que tenga un convenio distinto y unas condiciones diferentes. Además, hay una razón subjetiva para la desmovilización, concretamente, de los informáticos (y quizá sea la más importante): antes de que se incorporasen al mercado laboral las promociones más numerosas de ingenieros informáticos (más o menos cuando me incorporé yo a la profesión), la demanda estaba desajustada con la oferta, lo que favoreció a los trabajadores durante unos años. No existía paro. Si las condiciones de trabajo no te gustaban, no había ningún problema en irte a otra empresa. Los salarios eran relativamente altos y se actualizaban periódicamente... En esas circunstancias, la respuesta de los trabajadores (perfectamente razonable en aquellos años) ante cualquier tipo de explotación laboral no pasaba por la solidaridad, la lucha obrera o los sindicatos, sino por la solución individual. Hace años que cambiaron radicalmente las cosas: hoy somos obreros del teclado. Y no es algo que viniera con la crisis (y por lo tanto no se irá con las "raíces vigorosas"): como decía arriba, el cambio se produjo antes, con la incorporación de promociones más numerosas. Hoy en día sí tiene sentido el movimiento obrero... pero perduran las mentalidades individualistas heredadas del período dorado de la profesión. Nada extraño: es ley universal que las mentalidades cambian más lentamente que las circunstancias.

En tales casos, ¿tiene sentido el sindicalismo anarquista? Creo que sí, y opino que el camino que sigue CGT (al menos en los casos que conozco, como por ejemplo la sección sindical a la que pertenezco) es correcto. Estar en los comités pero seguir convocando asambleas de trabajadores para que aquello que se lleve a las negociaciones con la empresa sea la voz de los trabajadores. Hacer pedagogía, tratar de convencer a los compañeros de trabajo de que nadie puede defenderles mejor que ellos mismos, y brindarles el sindicato como herramienta para hacerlo. Consultando lo más posible e informando con total transparencia para que nadie sienta que se están haciendo cosas a sus espaldas.

Y en eso estamos.

viernes, 17 de octubre de 2014

Brave New World

Estos tiempos que nos ha tocado vivir son una sorpresa constante, un asombro diario, una exaltación continua. Vivimos de asombro en asombro como Alicia en el País de las Maravillas pero sin el inquietante grito de la reina de corazones ("¡Que le corten la cabeza!") porque en este mundo los naipes no hablan y las cabezas se suelen cortar en silencio. El caso es que, como dice el dicho, los tiempos adelantan que es una auténtica barbaridad. Y por supuesto donde más adelantan es en esa meca de los jovenzuelos guapos, listos y ricos, de la moda desenfadada y de al innovación tecnológica; in the land of the free and the home of the brave, of course, pero más concretamente en un lugar que si fuera un monte sería el Olimpo, pero es un valle: Silicon Valley.

Apple y Facebook pagarán la congelación de óvulos de sus empleadas


¡Por fin las trabajadoras americanas podrán liberarse de las esclavitudes biológicas para dedicarse en cuerpo y alma a alcanzar el éxito profesional! Tan sólo se les pedirá a cambio (y es justo, pues la empresa ya paga la carísima congelación de los óvulos) que congelen sus vidas. Además, ¿no lo han hecho ya sus colegas varones? ¿Y no envidian ellas las altas cimas a las que han logrado escalar a base de olvidarse de que existe algo llamado tiempo libre? ¡Pues cómo no van a envidiarles!

No debemos temer a las innovaciones. Al fin y al cabo, dicen que si no se rompe la cadena del frío, la vida no tiene por qué sabernos a congelado.

Tan sólo esperemos que no se quede aquí la cosa. La idea de congelar a diestro y siniestro tiene muchísimo potencial y sería una lástima que nos conformáramos con los óvulos. Así de repente se me ocurre que se podría congelar a los parados hasta que hubiera trabajo para ellos.

¡Oh tiempo nuevo y feliz! Preñado estás de promesas (sin que por ello tengas que pedir permiso de maternidad).