viernes, 22 de febrero de 2013

Ratas

-          Malditas ratas inmundas...

Sí, somos ratas, inmundas, si usted quiere, pero victoriosas. Crueles y cobardes, quizá, pero eso no significa nada; al menos, no para nosotras. Al fin y al cabo, somos ratas.
Puede describir con espanto nuestra rutina, pero ese espanto tampoco significa nada para nosotras. El espanto es un paso previo a la muerte, y nosotras somos inmortales. Usted morirá, pero nosotras no. Por supuesto, somos animales y los individuos mueren, pero a quién importan los individuos. Nosotras, ratas indiferenciadas, no morimos. Somos un rumor, una presencia que inquieta la oscuridad, y no morimos. Al revés, nos vamos haciendo más fuertes, siempre más fuertes. La manada crece.
Somos una especie protegida. Nos protegen nuestros afilados dientes y nuestro gran número, que aumentamos constantemente copulando con eficiencia, sin los espasmos y desvaríos de otras especies.
Somos ratas sanguinarias, sí. Llega el día y volvemos a nuestras cloacas con los hocicos manchados de sangre. La oscuridad (que incluye los infinitos laberintos de las cloacas y la infinita noche) es nuestro territorio, y si alguien se extravía en él, o viene a plantarnos cara, no se encontrará con una de nosotras sino con todas nosotras. De pronto se verá rodeado por un círculo de ratas, y antes de que pueda reaccionar otro círculo rodeará al primero, y otro a éste, y así hasta donde llega la vista. Siempre somos más de las necesarias. No escatimamos en números cuando tenemos delante una futura víctima. Es lo único en lo que somos pródigas: nos gusta esa sensación de seguridad que nos permite exacerbar nuestros instintos feroces.

Los hay que llegan y plantan cara a la manada creyéndose más valientes (uno solo contra todas esas ratas) pero en realidad no son valientes. Los hay que llegan creyéndose mejor que nosotras y gritan "Sucias, asquerosas ratas". Pero no son mejores. No, no son ninguna de esas cosas. Son comida. Comida para ratas, eso son. Son regalos que nos envían esas ratas que viven más allá de las azoteas, esas que cada día matan al sol y por la noche vuelven a sus cloacas, en lo más profundo del cielo, con los hocicos manchados de crepúsculo.

2 comentarios:

  1. es imposible erradicarlas, es imposible rastrearlas y quieren nuestra sangre. cada vez se parecen mas a los politicos

    ResponderEliminar
  2. El día que nos convenzan de que es por nuestro bien, serán idénticas XD

    ResponderEliminar