martes, 30 de abril de 2013

Happy End

Yo siempre había querido un gatito y cuando me dieron un huevo de gatito lo cuidé y lo di calor y lo quise. Cuando salió del huevo un perrito y no un gatito, me eché a llorar. Luego caí en la cuenta. ¿Desde cuándo los mamíferos nacían de huevos? Pero ya no había nada que hacer. Ya todos nacíamos de huevos, y las vacas se suicidaban en las autopistas poniendo sus patinetes a 140 km/h, y las rosas se marchitaban a horas fijas, nadie respetaba a las manzanas y los mayores ya no olían, y ya era absolutamente imposible encontrar anacardos (aunque eso a nadie le importaba mucho, no sé por qué me he acordado de los anacardos), y bueno, ya nada se podía hacer.

Fui a ver a Carmen y le enseñé mi perrito que debía ser un gatito, y me dijo que así era la vida y que poco se podía hacer. Me ofreció anacardos para consolarme. Y yo me pregunté desde cuando Carmen me consolaba con anacardos en lugar de ofrecerme una copa y luego el dulce calor de su cama, pero ya no había nada que hacer. Carmen ya no ofrecía su cuerpo goloso a los caballeros cuitados, yo sólo podía esperar anacardos de la vida, los dioses se habían rebajado hasta el punto de presentarse a las elecciones, y ya no había autoridad en las calles, y los recuerdos se volvían amarillos y se llenaban de polillas, y el anticiclón de las Azores estaba roto, y no había nada, absolutamente nada que hacer al respecto. Salí de casa de Carmen con el perrito bajo el brazo, y me alejé hacia el horizonte.

Una cuadra antes de llegar al horizonte, me paró un guardia y me dijo que ese perro no podía llevarlo por la calle sin correa. Yo me pregunté desde cuándo había autoridad en las calles, y me eché a llorar. Entonces el guardia se compadeció, y para consolarme empezó a desabrochar los botones de la chaqueta del uniforme, y luego empezó a desabrochar los botones de la camisa del uniforme, y luego emergieron a la radiante luz del sol un par de magníficos pechos, redonditos y juguetones. Me sequé las lágrimas y le dije gracias señor guardia. Y él me preguntó si quería ir a su casa y yo dije que sí. Y me preguntó si quería una copa y el dulce calor de su cama, y yo dije ¿Carmen? Y ella contestó, sí, ya todo volverá a ser como siempre, y hasta el perrito maulló un poco para complacerme.

4 comentarios:

  1. A mi me gustan los Anacardos!! Claro que son importantes (aunque no tanto como los pistachos, los cacahuetes, n MUCHO MENOS LOS QUICOS! (Donde vivo no hay quicos :-( ).

    Tu perrito que debia ser un gato, me ha recordado al vestido rojo que resulto ser verde, que me compre el anyo pasado (caso real) :-)

    Snifff, me encantan ls finales felices. PERO SE CASAN, NO???

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    1. Si caen los quicos, no sé qué será de nosotros. Aunque la verdad es que yo no los como mucho, sólo cuando me los ponen en un bar con la caña.

      Y no sé si se van a casar, lo que creo es que al protagonista de este cuentito sí le gustaría, pero Carmen es una mujer muy independiente y me da a mí que pasa de ataduras.

      Lo del vestido no sé cuál puede ser la explicación, si fuera al revés (que el vestido verde resultara ser rojo) te diría que seguramente en vez de un vestido es un tomate, pero siendo como lo cuentas no sé qué decirte.

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  2. Y los ornitorrincos? que alguien piense en los ornitorrincos! y que van a hacer ahora que los maníferos salen de huevos? practicar la gemacion? la esporulacion, acaso?

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    1. Seguramente habrá alguien pensando en los ornitorrincos, dicen que el lobby ornitorrinco es muy importante en los Estados Unidos de América.

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