
Todos sabemos que Pablo Iglesias es un gran estratega. No está tan claro que sea una gran estrategia que todos sepamos que es un gran estratega, o que vaya por ahí presumiendo de estratega, siempre con el pack de DVDs de Juego de Tronos bajo el brazo (en otro tiempo habría tenido el Stratego), pero en fin, dejemos pasar esa cuestión. Es un gran estratega, lo es. Y como tal, seguramente juega al ajedrez, cosa que yo no hago porque soy como mucho un estratega mediocre y me acaba aburriendo tanta ficha y que los caballos siempre se muevan haciendo eles y los alfiles en diagonal. El caso es que como probable jugador de ajedrez él sabrá por qué habla de la centralidad del tablero. Supongo que es tremendamente importante controlar el sector central de la cuadricula blanquinegra, es decir, tener fichas poblando esas regiones además de la posibilidad de saltar sobre el enemigo cual tigre o ninja al acecho en cuanto ose pisar las casillas interiores. En cambio, debe ser un desastre estratégico mantenerte discretamente en los márgenes, los bordes y las esquinas.
Seguramente sea eso. Ya digo que no tengo ni puñetera idea de ajedrez. Dejaré de lado, pues, los tableros. En cuestiones políticas tampoco es que sea un lince pero sí alcanzo a comprender que
la centralidad es una buena estrategia. De hecho, me parece bastante obvio...
Ahora bien, pasa como con tantas otras cosas obvias:
tan obvio es, que no avanzamos mucho con ese conocimiento. La centralidad, muy bien. Suele decirse que las elecciones se ganan por el centro. Muy bien, muy bien. Y yo añado: las revoluciones, cuando son auténticas revoluciones, son de centro. ¡Sorpresa y estupor! Pues bien, es cierto. Es más, es obvio. Simplemente tenemos que pensar en qué es el centro. ¿Dónde está la ansiada centralidad? Sabemos que debe estar entre la izquierda y la derecha. Muy bien, esto nos va a resultar útil (una vez que hemos dejado atrás la tontería esa de que "el eje izquierda-derecha es cosa del pasado"). Otra cosa que sabemos es que la centralidad no está en los extremos. Vamos avanzando. ¡De obviedad en obviedad hasta la obviedad final!
¿Acaso el centro está en un único sitio, es fijo e inamovible? ¡No! He aquí la clave de esta cuestión. El centro cambia, se mueve constantemente. Décadas atrás, al menos en la Europa civilizada, el centro suponía asumir un estado del bienestar que asegurase un nivel de vida mínimo a todos los ciudadanos. En otros momentos el centro se ha movido hacia la derecha: se seguía asumiendo una especie de "estado del bienestar" pero eso de asegurar un nivel de vida mínimo ya tal. Un estado asistencial y vamos chutando.
¿Y dónde está el centro ahora?
Ajá, amigos...
that is the question. The answer my friend is blowin' in the wind, the answer is blowin' in the wind.
En cualquier caso, os voy a dar la pista definitiva: el centro está donde se ganan las elecciones. Por eso es obvio que las elecciones se ganan por el centro.
El centro está... donde esté el sentir y el pensar de la mayoría de la población. Por eso es obvio también que una auténtica revolución, una revolución de masas... será una revolución de centro.
Y por eso la cuestión no es si Pablo Iglesias busca el centro o no, o si se define de izquierdas... Busca el centro, está claro, y hace muy bien si quiere triunfar en política. La cuestión es cómo lo busca.
¿Va hacia el centro, o, como Mahoma con la montaña, intenta que el centro vaya hacia él? Lo segundo es complicado, exige mucha pedagogía para convencer a tanta gente. Lo primero es más fácil, pero ese camino sólo servirá para que Pablo Iglesias triunfe en política.
Si no movemos el centro, obviamente, no cambiamos nada.
Porque una cosa es que el objetivo sea la masa y otra que el camino sea seguir a la masa.
Ya lo dicen las Escrituras:
Entrad todos por la puerta estrecha, y caminad por la senda angosta. Porque la puerta que conduce a la perdición es ancha, la senda es espaciosa, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que conduce a la vida! ¡Y qué pocos son los que van por ese camino y dan con semejante puerta!...
(Mateo 7,13)