El gran reto del movimiento obrero hoy en día es la precarización del trabajo. Cualquier conquista que la clase trabajadora ha obtenido y logrado plasmar en la legislación laboral (que nadie nos regaló, sino que fue fruto de la dura lucha de muchos y muchas) se ve gravemente amenazada por los cambios que ha ido introduciendo en las reglas del juego la burguesía. La subcontratación, la cesión ilegal de trabajadores, los falsos autónomos... son realidades que dejan al trabajador desprotegido y hacen del trabajo algo absolutamente inestable. De nada sirve tener un contrato indefinido si lo has firmado con una empresa creada ex profeso para contratar trabajadores durante el tiempo que quiera el empresario y luego cerrarla para no tener que pagar indemnizaciones. Y si eres un falso autónomo, directamente el empresario se ahorrará la molestia de hacerte un contrato laboral. En estas circunstancias no sólo sufre la estabilidad del empleo sino todo tipo de condiciones laborales, ya que el temor a perder el puesto de trabajo, por un lado, frena cualquier movilización de los trabajadores y, por otro lado, hace que sea complicado ejercer los teóricos derechos: un caso típico es la voluntariedad de las horas extras. Voluntarias son, pero si no las haces... ya sabes lo que hay.
En estas circunstancias hay quien piensa que se corre el riesgo de dividir a la clase trabajadora en dos grandes subclases: los "fijos" y los "precarios". Los primeros podrían mantener unas condiciones más o menos dignas, mientras que los segundos estarían desprotegidos. El sindicalismo tal como lo conocemos sería una herramienta útil sólo a los primeros, pero no a los segundos, que serían incapaces de organizarse debido a lo precario de su situación: el que se intentara rebelar sería sustituido inmediatamente por otro trabajador más sumiso. En realidad, esto puede suceder pero sólo durante un periodo de transición tras el cual estaríamos abocados todos los trabajadores a la segunda categoría.
En realidad la solución a este problema no creo que sea nada nuevo ni desconocido en el movimiento obrero, sino más bien lo de siempre: la solidaridad de clase. Si el patrón no puede encontrar un esquirol para sustituir al trabajador precario que hace huelga para reclamar unas condiciones dignas, no tendrá más remedio que escuchar a ese trabajador. ¿Es imposible? No lo creo. En cualquier caso, un grupo de trabajadores y trabajadoras valientes han dado el paso. Contratas, subcontratas y autónomos de Telefónica se han unido para luchar contra las intolerables condiciones laborales que venían sufriendo. La huelga comenzó en Madrid el 28 de marzo y ha ido extendiéndose por todo el estado.
Esta huelga supone un soplo de aire fresco en el panorama laboral de este país, y una esperanza para muchos trabajadores precarios. ¿Cómo puedes ayudar? Difunde, colabora con la caja de resistencia (la cuenta está en las páginas que enlazo), si eres cliente de Movistar presiona a la empresa...
Y, antes que nada, muestra tu apoyo. ¡Ánimo compañeros!
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