lunes, 1 de octubre de 2012

Fanatismo democrático

He de confesar que este sábado me pasé al lado oscuro. Asistí a la manifestación que se convocó con el lema "Rodea el Congreso" para ese día. No es la primera movilización de este tipo a la que me sumo, pero sí es la primera desde que todos sabemos, por boca de nuestro Presidente del Gobierno, que los españoles buenos, los que trabajan para sacar adelante este país, son los que no se manifiestan. No puedo negar que, una vez que tenemos ese dato, los que salimos a la calle para protestar no podemos ser otra cosa que unos indeseables, unos antisociales que sólo merecen palos. "Leña y punto", según la contundente expresión de un responsable del sindicato policial. Mejor haríamos en tomar nota de esa mayoría tan silenciosa que sirve igual para un roto que para un descosido y quedarnos callados para que los que nos gobiernan (que saben más que nosotros) puedan interpretar nuestro silencio como les dé la real gana.

Dicho esto, algunos de nosotros, vagos, indeseables y antiespañoles, seguimos pensando que hay motivos para protestar. Así que aparecí por la Plaza de Neptuno el sábado, bastante tarde por motivos personales que me impidieron estar a la hora de la convocatoria. Aunque a esa hora (las nueve y media de la noche, aproximadamente), la calle ya era una ríada de gente que se iba para casa con sus carteles y pancartas, aún había bastante gente concentrada en la plaza, incluyendo a muchos de los encargados de repartir la leña según el sindicalista. Poco tiempo aguanté en la plaza: al rato un petardo puso nerviosos a los antidisturbios y yo, que tengo miedo incluso de la Policía Local, decidí retirarme.

La presencia de tantos policías es coherente con las declaraciones de Rajoy en Nueva York, con las comparaciones (todas son odiosas, pero unas más que otras) con el golpe de estado del 23F, con las nunca probadas (¿para qué?) insinuaciones acerca de vínculos con la extrema derecha y con las amenazas de los responsables políticos. Si no somos más que unos alborotadores, no podemos esperar otra cosa que represión. Sin embargo, hay algo más. Si bien es cierto que hubo disturbios, no está nada claro que los que se hacen llamar antidisturbios cumplieran realmente esa función. Existen motivos más que fundados para pensar que su papel fue exactamente el contrario al que parece indicar su nombre. Al igual que las declaraciones alarmistas y exageradas de los responsables políticos, según podría sospechar algún malpensado, parecen, más que intentos de avisar de posibles disturbios, provocaciones que tengan como objetivo causar disturbios. Cuando un entrenador de fútbol despotrica contra el rival en una rueda de prensa antes de un partido importante, el periodista deportivo de turno dice que lo que pretende es "calentar el partido". Ciertas declaraciones recuerdan mucho ese tipo de situaciones. Pero, ¿por qué querrían nuestros gobernantes una manifestación "calentita"?

 Si me he pasado al lado oscuro, si no me ha importado perder el cariño de Mariano Rajoy al manifestarme, ya poco puedo hacer para intentar salvar mi buena reputación, así que he de confesar que todo esto me huele a montaje para manipular a la opinión pública y convencer de que un más que evidente malestar público (sin entrar en números ¿quién puede negar que el hecho de que haya manifestaciones bastante masivas cada dos por tres significa que la gente no está contenta?) es algo marginal. Meros alborotos provocados por unos pocos, muy radicales y peligrosos. Aunque haya que meter piedras en las mochilas de la gente para luego decir que los manifestantes eran violentos. Aunque un Presidente del Gobierno tenga que salir al extranjero a dejar clara la distinción entre los buenos y los malos españoles. Aunque haya que entrar a saco en una estación de trenes y aterrorizar a tirios y troyanos, o felicitar a la Policía por su manejo de una manifestación que se saldó con 64 heridos, uno de ellos grave. Todo vale porque todo es coherente con el retrato oficial de los manifestantes: una minoría ruidosa y violenta que amenaza destruir nuestro orden democrático.

Es cierto que la convocatoria del 25 de Septiembre ha dado pie a esta estrategia. Aunque forma parte del mismo malestar que ha inspirado numerosas protestas en los últimos tiempos (las mareas de colores, el 15M, las huelgas generales), esta protesta es diferente en su contenido y sus reivindicaciones. Sus consignas (exigir la dimisión del Gobierno y abrir un proceso constituyente) y el simbolismo de rodear el Congreso de los Diputados muestran a las claras un cuestionamiento del sistema vigente y la Constitución Española de 1978: algo que ya formaba parte de algunas de las ideas tras las movilizaciones del 15M, pero no de forma tan explícita. Hay que decir que esto es algo extraordinario: fuera de los territorios con fuerte presencia independentista, hace pocos años una movilización que se convocara con tales consignas habría congregado a cien personas como mucho, que seguramente se conocerían de otras manifestaciones anteriores. Aún dando por buenas las cifras de asistencia aportadas por la Delegación de Gobierno (evidentemente calculadas a la baja), no se puede negar que estamos ante algo nuevo, y que mucha gente (mucha más que en toda nuestra historia democrática) se está cuestionando los fundamentos del sistema nacido en la mítica Transición.

Lo que no es nuevo es la postura de fanática defensa de las instituciones que reduce la democracia a una formulación concreta de democracia (la única aceptable y válida, al parecer) y sacraliza una Constitución que no es obra del Espíritu Santo (que se sepa) sino de humanos demasiado humanos y partidos demasiado partidistas. También sacralizan nuestros dirigentes un Congreso (sede de la  soberanía nacional, dicen pomposamente) menospreciado por los políticos mismos (que toman sus decisiones a puerta cerrada en las sedes de sus partidos políticos y utilizan el hemiciclo para hacer una pantomima de confrontación de ideas que es en realidad una eterna campaña electoral) y por Europa (que no tiene tan claro aquello de la soberanía nacional, ni que ésta resida en los parlamentos de los estados miembros, sobre todo los del sur). Y, sobre todo, estos fanáticos del sistema, nos meten miedo: cualquier cosa distinta a lo que hay, vienen a decir, es contrario a la democracia, y ya sabemos dónde lleva eso. Cito (y vuelvo a enlazar) uno de los artículos que enlazaba más arriba: "Hoy, como entonces, se cuestiona abiertamente la legitimidad de nuestras instituciones y la fuerza de nuestra legalidad democrática. Para ello se despliega ante la opinión pública de forma abrupta una animadversión antilegal y antiparlamentaria que reproduce casi milimétricamente las críticas que Carl Schmitt dirigía en los años 20 y 30 del siglo XX hacia el Estado de derecho, la primacía de la Ley, la Constitución de Weimar y los políticos que la defendían. Conscientes o no, lo cierto es que son legión sus discípulos". Repasando las ideas de Carl Schmitt se me escapan las milimétricas similitudes con lo que he leído o escuchado de los partidarios de las recientes manifestaciones en Madrid, pero eso se explica fácilmente: debo ser uno de esos partidarios inconscientes. Al fin y al cabo, igual que Schmitt yo cuestiono la legalidad vigente. Vivimos en un mundo binario, al parecer: o estás a favor de la democracia, o estás con sus enemigos. Vamos, que la esencia de la democracia es no criticar a sus instituciones. De toda la vida de Dios.

3 comentarios:

  1. Magnífico artículo de opinión. Lástima que tus entradas sean tan distanciadas en el tiempo. ¡Ah! Se me olvidaba. Yo también me declaro partidario de la minoría no silenciosa indeseable. Un saludo.

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  2. Muchas gracias por la lectura, estimado amigo. El motivo de lo poco que escribo aquí es que últimamente me estoy dedicando a un género más prometedor: las cadenas de mail. He tenido varios éxitos rotundos. Mi "Envía este mail a diez personas o vendrá Angela Merkel a tu casa a darte un beso de tornillo" tuvo muy buena acogida, así como "Si no reenvías este mail a doce contactos mientras haces el pino y te metes el dedo gordo del pie izquierdo en el recto, pondrán Cine de Barrio en Prime Time". Pero mi mayor éxito ha sido "Si no reenvías este mail a quince personas, se te caerá un yunque en el pie antes de que acabe el día": de veinte personas a las que mandé el mail, veinte sufrieron fracturas en el pie por caídas de objetos contundentes.

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    1. ¡Magnífico! Siempre he sabido que nos traerías algo bueno, pero no esperaba tanto. Un abrazo.

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