Ese grupo llega así, de esta manera. No tienes la culpa si de pronto das un respingo, o incluso oscilas de forma acompasada en un movimiento de vaivén, es decir bamboleas, porque tampoco es algo que suceda todos los días que se te acerque de pronto un grupo mítico de la rumba flamenca dando palmas.
Y se queda a unos metros de ti. Y te mira fijamente el vocalista. Y te hace un gesto con la mano (con el dorso de la mano hacia abajo y todos los dedos cerrados menos el índice, que, inicialmente estirado, se contrae lentamente, se vuelve a estirar y se contrae). Y te dice “bem, bem”.
Así que tampoco es extraño que tardes unos segundos (que parecen décadas, pero es improbable que pasen de segundos) en decir “coño, los Gypsy Kings” y mirar a Nicolás Reyes y hacer un gesto con la mano apuntándote a ti mismo con el dedo índice mientras dices “¿boy boy?”.
Y como no es extraño, pues así fue, y luego el cantante asintió y me repitió “bem bem”.
- ¿No sabes para qué hemos venido a buscarte? – preguntó.
- No… ¿necesitáis un nuevo palmero? – conjeturé.
Entonces todos los del grupo se pusieron a dar palmas. Lento al principio, pero cada vez más rápido. Fuerte al principio, pero cada vez más fuerte hasta que temblaron los cimientos de aquel templo griego donde estábamos, que hace un momento era una cafetería (pero bueno, son cosas que pasan). Empezaron a caer cascotes y casi me aplasta una columna dórica. Por suerte cesaron las palmas.
- ¿Te parece que necesitamos un palmero? – preguntó el cantante.
- No… creo que no… - dije, acurrucado en el suelo, temblando.
- No, efectivamente. No es eso lo que queremos de ti, - respondió. – Iré a la semilla y fruto de las mieses, como el trigo, la cebada, etc., o bien a la porción o parte menuda de algo, que es otra de las acepciones. Es decir, iré al grano. ¿Conoces a Los del Río?
- Naturalmente, - respondí, - se trata de un grupo musical que fusiona flamenco pop y rumba y se caracteriza por su estilo bailable, algo similar a lo que hacéis los Gypsy Kings, aunque naturalmente de una calidad inferior.
- Naturalmente… - asintió el cantante, complacido.
- También cantan sevillanas – añadí.
- Sí, sí, esos – zanjó él – Pues bien, debes matarles.
Se hizo un silencio enorme, que parecía abarcar el mundo. El silencio era pesado y casi pude verlo venirse encima de mí, aunque era invisible. Su peso hizo que se me doblara la espalda y temí que me la rompería. Hasta que de pronto se me ocurrió hablar, que es una de las formas más sencillas de vencer al silencio.
- ¿Por qué? – pregunté.
- ¿Por qué? – tronó el cantante, de pronto furioso, terrible y enorme - ¿Por qué, preguntas? ¿Por qué crees?
- Ni idea – respondí temblando. De pronto me había vuelto minúsculo.
- Pues por graves calumnias contra la pobre e inocente Macarena, que nada ha hecho para merecer su mala fama – respondió el vocalista, pasando de la furia al sincero sentimiento y dejando caer unas lagrimillas; con el cambio en el estado de ánimo de mi interlocutor, todo fue volviendo a su ser (es decir, yo volví a crecer y él fue menguando hasta alcanzar su tamaño habitual, que de por sí es mayor que el mío, pero esa es otra historia) – Tal como dice la canción, su novio se apellida Vitorino, ¡pero eso no quiere decir que tenga cuernos! Es sólo un apellido. Mírala, ahí está la pobre Macarena, tan inocente…
- Hum, sí, ahí está – dije, mirando hacia donde apuntaba el otro - ¿Uno de esos que está con ella es Vitorino?
- No… creo que no… No, ninguno de esos es Vitorino – respondió él.
- ¡Pues se la está dando con dos amigos! – exclamé, y así era: ahí estaban los tres, dale que te pego.
- Ya, ya, listillo… - dijo el otro, irritado - pero no es la jura de bandera del muchacho…
Me desperté con las palabras de Nicolás Reyes aún sonando en mi cabeza y algo agitado porque era la primera vez que un grupo de rumba flamenca se me aparecía en sueños para pedirme que matara a alguien. Lo de los Cantores de Híspalis fue diferente: son un grupo de sevillanas. El sueño me tuvo preocupado todo el día. Los psicólogos notaron algo raro; no pudieron sonsacarme pero se quedaron algo mosqueados. El agente de la condicional también pareció percatarse de algo, pero puse cara de reinsertado y no dijo nada. Se me daba bien poner cara de reinsertado. Es más, estaba reinsertado. Pero claro, si te piden los Gypsy Kings que cometas un crimen te ponen en un aprieto, porque por muy reinsertado que uno esté, los Gypsy Kings son los Gypsy Kings y hay que bailar a su ritmo porque su ritmo es irresistible. Así que estuve todo el día tarareando sus canciones y dando vueltas a la cabeza y cuando me fui a dormir deseé con todas mis fuerzas que se me volvieran a aparecer para preguntarles una duda que me había surgido. Esta vez sólo apareció el vocalista principal, Nicolás Reyes. Se conoce que los demás tendrían algún bolo.
- Nicolás… - comencé - …perdón, ¿puedo llamarte Nicolás?
- Por ser tú, payo – concedió generoso el cantante.
- Mira, Nicolás, me ha surgido una duda – continué – Ya sé que Los del Río son culpables de difamar a Macarena, y lo siento por la pobre muchacha. Sin embargo, también les debemos mucho. Lo he estado pensando todo el día, le he dado muchas vueltas… y no sé si sería capaz de acabar con la vida de aquellos que me hicieron ver que Sevilla tiene un color especial. Yo no me había dado cuenta de que Sevilla tenía un color especial hasta que…
- ¡Bah! – interrumpió Nicolás.
- ¿Por qué bah? – pregunté, compungido.
- ¡Bah! – repitió Nicolás – Eso no es más que una frase de promoción turística, digna de un folleto con fotos a color de familias sonrientes visitando los monumentos singulares de la ciudad. Sevilla no tiene un color especial. La ciudad que tiene un color especial es Mejorada del Campo.
- Pero… - empecé a responder, y entonces me desperté.
El día siguiente lo pasé deambulando por mi pueblo del extrarradio madrileño, mirándolo todo con atención para intentar descubrir ese color especial del que me hablara en sueños el vocalista de la mítica banda rumbera, pues soy residente de Mejorada del Campo y jamás había notado nada raro ni excepcional, al menos en materia cromática. Aquí y allá me pareció ver un verde o un rojo especialmente intensos pero ¿acaso no son los semáforos iguales en todas partes? Aquella noche, me gustaría haber soñado de nuevo con el cantante de los Gypsy Kings para poder decirle que se equivocaba acerca de los colores de Mejorada del Campo y quién sabe si no estaría también errado acerca de los de Sevilla, pero no apareció. En el lugar donde esperaba encontrarle, tan sólo había dos cosas: el color especial de Mejorada del Campo (normal que no lo hubiera hallado durante mis paseos del día, pues estaba metido en un tarro encerrado en una caja contenida en un sueño) y un papel con una nota escrita. Cogí el papel y leí la nota.
- Mata a Los del Río – decía.
En fin, el resto de mi historia es aburrida y poco interesante. Conseguí un trabajo de camarero en una empresa de catering, logré manipular mis horarios y días de libranza para ser enviado a una recepción concreta, y así conseguí estar aquí con mi elegante esmoquin ofreciendo una copa a cierto cantante perteneciente a un dúo que cultiva tanto la rumba flamenca como las sevillanas.
El cantante saborea su copa y, complacido, me pregunta:
- Quillo, ¿cómo se llama este combinado?
- Tequila bum bum – respondo.
En efecto, ese es el nombre de esta receta original mía, y no es un nombre elegido al azar. “Tequila” porque lleva tequila y “bum bum” porque…
¡Bum!
Y volando, volando feliz,
yo me encuentro más alto, más alto que el sol,
mientras el mundo se aleja despacio de mí
una música dulce tocada sólo para mí.
¿Y de dónde viene el delirio éste?
ResponderEliminarPues de este otro delirio: https://www.facebook.com/groups/372451579627308/
oye, que tu blog se traga los comentarios. Yo que me había puesto a cantar volare, oh,oh, cantare, oh,oh,oh,oh y nada de nada
ResponderEliminarNi idea de qué habrá pasado con esos comentarios, los he buscado por si el blog los había mandado a spam y ni rastro.
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