jueves, 26 de enero de 2012

Soy un escritor comprometido

¿Acaso puede uno negarse a hablar, ante tanta injusticia? ¿Debería uno escribir recluido en una torre de marfil? ¡Oh, pero sale tan caro el marfil!

Que no cunda el silencio, que se diga, que se oiga:

Que los árboles no saben llorar, aunque tengan sus motivos.
Que los gatos no reciben la instrucción necesaria para aprovechar adecuadamente sus superiores dotes artísticas.
Que el pez grande se come al chico, cuando debería comerse el pez bello al feo, el interesante al anodino, y el alegre al triste, para que el mar estuviera siempre lleno de maravilla.
Que las casas antiguas ya no pueden expulsar a sus fastidiosos amos creando ruidos de cadenas que se arrastran y gemidos de almas en pena. ¡Ya nadie escucha a las casas!
Que los sueños se vuelven amarillos y quebadizos como el papel viejo.
Que los recuerdos se nos vuelven imágenes rígidas, frías, incapaces de conmovernos, y así se nos va muriendo la vida.
Que ni el amor ni la amistad son capaces de crear la primavera a su alrededor.
Que el ciempiés nada ha hecho para merecer tantas patas.
Que las manzanas no suelen encerrar esmeraldas, ni las sandías rubíes.
Que la belleza no calma la sed, ni el hambre.
Que no existen suministros suficientes de poesía.

Que Dios, pese a todo, se niega a dimitir.

4 comentarios:

  1. muy de acuerdo, especialmente con la parte de los recuerdos. La ciencia nos dice que cuando recordamos algo, no recordamos ese algo directamente sinó la primera vez. en lo sucesivo recordamos la última vez que lo recordamos, luego la vez que recordamos que lo recordamos y así se hace la imagen en el espejo de otra imagen en el espejo de otra hasta que el recuerdo queda diluído en proporciones homeopáticas. Romántico, no?

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  2. Eso es interesante... nos vamos inventando nuestro pasado sin saberlo. Así que no somos más que personajes de ficción. Gracias por la lectura y por la lección científica acerca de los recuerdos.

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  3. Cada momento que va quedando deja de ser suficiente, quizás solo en el presente encontramos, tropezamos o disfrutamos de lo realmente cierto y constante.

    Besos.

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  4. Sí, lo mejor es el presente, ¡pero se convierte en pasado tan rápido!

    Besos

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