martes, 10 de enero de 2012

Un libro poco edificante

Leer libros es algo característico de la gente de bien. Los padres, que siempre quieren lo mejor para sus hijos, dicen a los niños que deben leer libros, en lugar de pasarse el día jugando a la PlayStation, drogándose, haciendo ambas cosas simultáneamente, manteniendo relaciones sexuales sin condón, maltratando a indefensos animalillos, cometiendo hurtos de chuches, emborrachándose hasta vomitar lo bebido y vuelta a empezar, insultando a sus profesores, experimentando con opciones sexuales alternativas o asesinando a sus compañeros en el patio de la escuela. Las autoridades, que siempre velan por nuestro bien, nos dicen que, además de no fumar porque puede provocar impotencia y a menudo mata, hacer caso a las señales de tráfico y no correr (que la velocidad mata), consumir alcohol con mesura y responsabilidad, pagar los impuestos religiosamente y siempre pedir la factura en todas las compras, debemos leer porque nos enriquece mucho y nos hace mejores personas. Cuando uno va en el metro y mira a todo el mundo de reojo en busca de posibles maleantes, se tranquiliza muchísimo cuando ve a alguien tranquilamente sentado en su asiento con un libro en la mano, porque al menos ese individuo no nos sacará un enorme machete para rajarnos las tripas y robarnos todas nuestras pertenencias y algunos órganos con los que traficar en el mercado negro. No, ese no, porque es un ciudadano ejemplar. Tiene un libro, esa es la marca inconfundible de las buenas personas, de los tranquilos, los mansos, los que hacen caso a la autoridad, se paran en todos los semáforos en rojo, ayudan a las ancianas a cruzar la calle y las llevan hasta la otra acera en lugar de dejarlas abandonadas en mitad del tráfico (como hacen los malvados para satisfacer sus bajos instintos de mataviejas), son respetuosos, y de pequeños se comían el plato de verduras sin rechistar.

Un día, uno de estos ejemplares de bondad, quizá porque se lo han recomendado o porque le ha atraído el llamativo título, se encuentra con un libro en las manos que se titula "Diario del ladrón", de Jean Genet, un tipo del que le suena vagamente haber oído hablar, y sospecha que es francés porque esa suele ser la costumbre de los tipos que se llaman Jean. No le asusta la nacionalidad del autor, ni siquiera el título. ¿Qué tiene de malo? Piensa que puede ser divertido, e incluso instructivo, hacer una excursión imaginaria al "lado salvaje de la vida". Además, podrá solidarizarse con el pobre ladrón, al cual sin duda la necesidad ha empujado al delito.

Entonces lee, y poco a poco la excursión se va complicando. El pobre ladrón no cumple las expectativas. En lugar de justificarse, crea su propia ética al revés. En lugar de quejarse, celebra. En lugar de revelar la sordidez del lado oscuro, revela la belleza del lado sórdido. En lugar de oler a mierda (o quizá al mismo tiempo) resplandece. Habla de virtudes que le eran desconocidas al cándido lector, porque nunca supo que fueran virtudes: el robo, la cobardía, la bellaquería, la traición. Le habla de cómo esas virtudes pueden perfeccionarse, convertirse en belleza, en arte. Le habla de hacer el mal con el mismo desinterés con el que un santo puede hacer el bien. La santidad del mal, un concepto que desconocía nuestro lector, que quizá no llega a comprender. En fin, ese ladrón, ese sarasa, ese traidor, ese ocasional prostituto, contrabandista, ocasional etc., esa desgracia humana (y poeta) que se llamó Jean Genet, le seduce con su poesía, con su fuerza, con su orgullo.

¿Qué efecto puede tener algo así en el buen ciudadano, en el lector de libros? Seguramente no lo convierta en maleante. Hace falta coraje para deshacerse de todo lo que la sociedad bienpensante considera bueno. Hace falta coraje incluso para ser cobarde hasta sus últimas consecuencias. No, no será un maleante ese lector de libros, ayudador de ancianitas, buena persona en general. Pero quizá sea bueno con menos entusiasmo. Si no puede seguir el camino del mal y no puede ser santo por el camino del bien, nunca será perfecto, nunca será tan bello como esos ladrones piojosos. Y sin embargo recomendará ese libro tan poco edificante. Que es lo que está haciendo en estos momentos.

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